Don Pancho Zamorano se sintió doblemente feliz el día en que recibió la carta que le envió “Panchito, su hijo, desde Los Ángeles, California. Esto es porque le trajo dos noticias buenas: La primera, que había conseguido su “green card” – permiso de trabajo en Estados Unidos, donde lleva ya muchos años de indocumentado – por lo que ahora sí ganaría harta dolariza, como jefe de lavaplatos.
La segunda noticia era de que ya había empezado a ganar hasta 800 dólares por semana… pos ahí le mandaba los primeros 300, pa´que se pusiera sus dientes nuevos, que tanta falta le hacían al “jefe”.
Porque don Pancho sufría por sus dientes escasos. A estas alturas le faltaban ya siete; entre ellos ya cuatro muelas, por lo que deveras se las veía negras a la hora de comer, sobre todo si se trataba de comer bocados duros. De carne, ni hablar. Una vez estuvo a punto de ahogarse con un trozo, porque luego de algunas 15 masticadas todavía estaba entero, y así se lo quería pasar.
“Aquí tienes sopa aguada, viejo”, le decía doña Chuy, su esposa, poniéndole enfrente la cazuela de fideo – más caldo que fideo, claro –.
Todos los vecinos de la avenida Hidalgo, entre Cinco de Mayo y Matamoros, en Ixtlán, conocían a “Panchito”, del que por mucho tiempo dejaron de saber, justo cuando partió al “otro lado”.
También conocían a Pancho – padre – y a doña Chuy, no muy ancianos, pero sí muy corridos de la vida, por lo que ahora les dio gusto cuando el señor transmitió las noticias y les informó a todos sus vecinos que ahora sí se pondría sus diente nuevos.
Y se los puso. Rápido fue a Ixtlán, con un dentista. Quien sabe cómo se llamaba pero su consultorio estaba instalado por la avenida Hidalgo. Ahí le cobraban barato, y el doctor le fabricó una buena dentadura, que el hombre tuvo buen cuidado de lucir, sonriendo para todos lados.
Pero poco le duró el gusto. Don pancho padecía una vieja enfermedad, la cual se agravó, quizás por comer tanto, aprovechando su nuevo molino bucal. El caso es que cayó en cama, y pues, también debido a sus años, un médico no tuvo más remedio que informarle la verdad: Pronto nos dejaría. “¿Para qué esconderle las cosas Don Pancho?”, le dijo el galeno…
“Pos por mí no hay cuidado – contestó don Pancho – porque pos, al fin y al cabo pa`morir nacimos. Pero eso sí, el día que me vaya, quiero que me entierren con los dientes nuevos”, exigió.
Así se lo prometieron, pero tres días después de que falleció, el médico recomendó a doña Chuy y demás familiares que era más propio sepultar al muertito sin la dentadura, al fin que, “¡Para qué la quiere!…a dónde él va no hace falta masticar, y por lo que se sepa, allá nadie sonríe para mostrar su dentadura”.
De esta manera, don Pancho fue llevado al cementerio en un ataúd que le construyeron en la Funeraria González Córdoba, perfectamente sellado, mientras que sus flamantes dientes nuevos eran colocados en un vaso con agua, ya que Doña Chuy, por respeto, no quiso tirarlos.
Pero cuál no sería su sorpresa, cuando por la tarde, al regresar del funeral, lo primero que vio sobre la mesa fue el vaso vacío… ¡Los dientes habían desaparecido!… Bueno “a lo mejor alguien los echó a la basura”, pensó la buena señora. Tiró el agua del vaso a la pila y se dispuso a olvidar el asunto.
Tres noches después, sin embargo, cuando ya estaba en el quinto sueño, la despertó una carcajada proveniente del rincón donde estaba la mesa, encima de la cual permanecía aún el vaso vacío. Doña Chuy abrió los ojos espantada y destacando en la oscuridad, alcanzó a distinguir como suspendida en el espacio, una gran sonrisa y luego una tenebrosa pero amable voz… “No te asustes Chuyita. Soy yo. Como creo que a ti se te olvidó, me llevaron a enterrar sin mis dientes, pero lo bueno fue que me di cuenta en la nochecita, y pos, vine corriendo por ellos. Aquí los traigo puestos ya; mira, y vieras como me los envidian todos esos chimuelos de allá, en el camposanto, jijijijijijijijiji…”
La historia anterior me la contó hace alrededor de cinco años un hombre que habitaba un domicilio de la Colonia El Llano, al término de un partido de fútbol en la Unidad Deportiva. ¿Usted como la ve?
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