BETHY ARVIZU
Suele pasar que deambulamos por la calle sin reparar en los problemas que pasan otras personas. El trajín que a veces nos causa estrés – la enfermedad de nuestro tiempo – no impide voltear a ver al de a lado.
Ese día una fuerte tos que tengo arraigada desde que llegué a México me obligó a andar hasta el centro para conseguir algún medicamento para apaciguar el dolor en el pecho. Iba ya en camino cuando me encontré a una mujer con un bebé de unos 10 meses de edad.
Días atrás me había encontrado con esa mujer en un transporte urbano pero solo platicamos un poco; de modo que esa tos, el deseo de volver a verla y un poco de suerte se conjugaron para contarles esta historia que ahora leen.
¿Pero por qué ese anhelo por volver a verla? Aunque parezca trivial, el asunto tiene que ver con que se trata de una mujer estadounidense que me recuerda a su país de origen y el hecho de que allá conocí al mejor hombre como no habido otro: mi esposo. Con él procree dos hermosos hijos, además de darme cobijo, alimentarme y darme su amor. Fue un bálsamo a mi alma. Por eso, ¡cómo podré olvidar a ese hermoso país que es Estados Unidos!
… Saludé pues a esa mujer con mucha alegría, aunque me molestó cómo lucía. Traía morado un ojo. Así que me atreví a decirle: ¿Por qué permitiste que te golpeara tu esposo? La gringa solo levantó sus hombros y se quedo callada tímidamente. No quise ahondar más en ese tema. Para mí es difícil ver a una mujer de esa manera, pues siempre recibí un trato digno de mi marido.
Conversamos en su idioma, y aunque no puedo ahondar mucho en su vida privada, sólo les puedo decir que pasa por una situación extremadamente complicada. Aún así, al final logró hacerme sonreír cuando me dijo: “¿Puede ayudarme con fifty pesos?”… Evidentemente, ella quiere regresar con su familia, a su país.
Discussion about this post