Hoy sé, por ejemplo, que un jugador de fútbol, una estrella del espectáculo o hasta un locutor o periodista encumbrado, por más brillante que sea, no puede aportar más a la humanidad que un doctor que se dedica en cuerpo y alma a sanar y salvar vidas.
Omar G. Nieves
De chico solía enfermarme frecuentemente de infecciones respiratorias y estomacales que por días me enclaustraban en casa, privándome de los juegos y demás recreaciones infantiles que mis amigos disfrutaban en la calle.
Entonces me quedaba en la habitación para ver televisión y programas favoritos. Veía a los Thundercats y a Jayce y los Guerreros Rodantes. Después, en la adolescencia, también me aficioné a seguir la famosísima zaga de los Caballeros del Zodiaco. En los juegos de fútbol, me hice hincha de las Chivas rayadas del Guadalajara, y muchas veces soñé en ser galán de televisión, como Guillermo Capetillo; o en ser un prestigioso presentador de programas, como el de Nino Canún.
Muchos de esos personajes de televisión fueron mis héroes, mi ejemplo a seguir. En aquellos tiempos, en cambio, ver a un doctor o a una enfermera era una experiencia desagradable. Su presencia simplemente me provocaba una aprensión inexplicable.
Hoy todos esos afectos han cambiado. La enfermedad y la madurez me han hecho reaccionar. Aunque la banalidad de la gente siga encumbrando a todas esas figuras de televisión, pienso que todas sus acciones ya no tiene la trascendencia con que antes las estimaba. Hoy sé, por ejemplo, que un jugador de fútbol, una estrella del espectáculo o hasta un locutor o periodista encumbrado, por más brillante que sea, no puede aportar más a la humanidad que un doctor que se dedica en cuerpo y alma a sanar y salvar vidas.
Hoy prefiero darle un abrazo bien fuerte a la doctora Judith Corona, al doctor Víctor Franco, al doctor Jorge Andrade, al doctor Víctor Cervantes, y a todos los que me han ayudado a sobrellevar la enfermedad que tengo; que estar ante un político, un gobernante de alto nivel, un artista o un futbolista que, aunque no niego sean actores importantes para la sociedad, en el momento en que me esté aquejando algún malestar físico o tenga que partir de este mundo, poco o nada podrán hacer por mí.
Hoy pues, mis héroes son todos esos médicos, guardianes de la salud, que hoy celebran su día. Todos ellos que día a día se develan estudiando y atendiendo a sus pacientes; los que al llegar a una cama de hospital, le brindan una esperanza al convaleciente, una oportunidad que yo recibí, y que se los agradezco desde lo más profundo de mi corazón. FELICIDADES.
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