- Los españoles encuentran los huesos de Nayarit y el virrey ordenó su incineración en el quemadero de la inquisición, en 1722.
Hurgando en el libro APUNTES PARA LA HISTORIA DE NAYARIT, de Ignacio Ramírez López, encuentro datos históricos que si lo permiten compartiré:
En Febrero de 1721, llegó a México el Tonati con sus nayaritas, causando novedad este gran acontecimiento en todas las clases sociales y aun entre los religiosos, pues grande afluencia de personas pasaban por la Calzada de Guadalupe para ver a los huéspedes alojados en una de las mejores fincas.
Cuando el Virrey llegó a visitar al Tonati éste se encontraba en el balcón y los indios acompañantes en la calle en correcta formación. Un grande alarido (que emplean cuando pelean o cuando cortejan) levantaron los indios y penetraron a la sala a presentar sus respetos al Virrey.
Al día siguiente su Excelencia envió a un sastre para que le hiciera al Tonati vestidos a la moda española y una capa de grana franjeada como la casaca, con un galón: Le obsequió también una silla de montar, bordada, y un bastón de maque con incrustaciones de oro y china.
El Tonati ofreció, en cambio, su modesto bastón y la corona de plumas, en señal de sumisión, y cada nayarita puso una flecha a los pies del Virrey. Éste asegurole la real protección y los remitió con el señor Arzobispo de México, quien les dio repetidas bendiciones.
El Tonati no quiso que se le bautizara. Prometió que lo haría al regresar a la ciudad de Zacatecas. En realidad se rehusaba porque era un delito entre ellos aceptar las prácticas religiosas de los españoles.
Un día amanecieron los nayaritas muy inquietos porque – dijeron – la noche anterior se les apareció el gran Dios del Nayar, indignado porque Tonati y los suyos aceptaban Misioneros y compañías de soldados, los que solo pretendían – por medio de las dádivas y de los cariños – asegurar la entrada al Nayar para desposeerlos de sus bienes, privar a muchos de la vida y a todos de la libertad de que gozaban, y no pararían hasta reducir a cenizas sus templos y sus dioses. Y que les decía en su enojo: “Mirad a los soldados como a los tiranos y a los padres como a mis mayores enemigos”.
El Padre Provincial de los Jesuitas pasó a ver a Tonati y a sus compañeros y consiguió serenar los ánimos. Pocos días después salieron los nayaritas de México. El Virrey los despidió y obsequió al Tonati con una cruz de oro. A De la Torre le concedió el título de Gobernador de la Provincia del Gran Nayar.
TERCERA EXPEDICION.- Al no conseguir ningún resultado práctico con la visita del Tonati a México, se organizó la tercera expedición militar. El 26 de septiembre de 1721 salió de Huejuquilla el Gobernador De la Torre con cien españoles, para entrar por aquellas cuestas y precipitadas laderas. Caminó treinta leguas para llegar a La Puerta, vadeando el caudaloso Chapalagana y siguiendo por el Pinal entre continuos despeñaderos.
Desde allí envió un embajador a los indios, los que se manifestaron desconfiados. Numerosas humaredas se veían en los cerros, que acusaban el alerta de sus moradores.
Los aliados aconsejaron a De la Torre que mudara el campamento a Peyotán, cinco leguas hacia la parte norte, por ser un lugar seguro, pues donde se encontraban podían ser aniquilados por unos cuantos hombres que rodaran pedruscos. Así se hizo y se esperó el ataque. Con los primeros toques de clarín comenzaron los soldados a rezar en voz alta las letanías y otras oraciones y se cantó el alabado que compuso y entonó el Padre Antonio Arias. Los indios se encontraban, unos en las cumbres y otros emboscados en los barrancos, listos para cerrar el cerco que sitiaría al ejército.
Bajó la columna hacia Teaurite para salir de aquellos estrechos. A las primeras embestidas los indígenas rompieron las filas españolas y desordenaron a los soldados. Al fin, rehechos los hispanos, retrocedieron los indios. Un español que peleaba al lado de los nayaritas fue muerto. Mandó entonces el Gobernador tocar retirada y vuelta a Peyotán.
En este lugar se levantaron dos torreones de piedras y lodo, atronerados por todos lados y se formó una trinchera de palmeras para cerrar la plaza de armas. Con más de cien indios amigos se fundó este pueblo y regresó la expedición, por haber sido llamado De La Torre y sustituido por D. Juan Flores de San Pedro.
LA ULTIMA CAMPAÑA (1722) llegó el señor Flores de San Pedro a Peyotán el cuatro de enero, con setenta soldados españoles y caballos suficientes para remudar y para los equipajes. Despachó una sección de tropas a Cuaimaruzi, 18 leguas al norte, como avanzada, siguiéndoles de lejos el grueso de la columna, teniendo como objetivo la Mesa, que era la cabecera del Nayar. Además llegaron oportunos refuerzos.
Los españoles lograron al fin desalojar de enemigos las montañas y llegar a la cumbre, a pesar del valor de Tahuitole, que bajó a enormes saltos y se acercó tanto a los conquistadores que si hubieran mostrado iguales bríos otros ocho o diez indios, hubieran imposibilitado el paso y la victoria. Así fue tomada la mesa del Tonati.
El Gobernador mandó recoger ganado, mulada y caballada que habían abandonado los indios y que una columna de cien hombres entre soldados y flecheros, persiguieron a los fugitivos.
Mientras el mismo Gobernador y los Padres misioneros subieron a registrar los adoratorios. En el primer Templo encontraron los huesos de Nayarit y muchos templos y adoratorios. Más arriba estaba el Templo del Sol (el gran Dios de los indios), donde encontraron dos bandejas de plata con la imagen del astro esculpida; en ellas le ofrecían sangre de venados o de guaynamotecos que mataban.
Derribaron los Templos y prendieron fuego al lugar; levantaron modesta iglesia de paja y a la misa asistieron más de cien personas, entre ellas una española que había casado con un indio. El Gobernador fundó después el pueblo de Jesús María y dio luego providencias de establecer el de Santa Teresa en el lugar de Cuaimaruzi; el de la Santísima Trinidad en la Mesa del Tonati, y como a doce leguas el de Santa Gertrudis. Mandó también fundar el pueblo y presidio de Guainamota.
Por último, mediante el caudaloso Río de San Pedro, quedaron establecidos los pueblos de San Juan Bautista y de San Pedro, el primero de coras y el segundo de tecualmes.
Así no fue quedando ranchería que no fuera sometiéndose por la influencia de los núcleos poblados, extendiéndose el dominio español de tal forma de tal manera que al cabo de un año ya los nayaritas, que antes eran una multitud desordenada, metida en los barrancos o viviendo en grutas, pues había poquísimos ranchos, habitaban once pueblos.
Ninguno salía del poblado sin licencia de los misioneros. Sólo cuando el Gobernador llegaba huían algunos a las rancherías porque prevalecía en su timidez el horror que les causaba su persona al amor que en los padres experimentaban.
Y para asegurar la conquista del Nayar se obligó al Tonati a capitular. Entre las condiciones que aquel propuso al Virrey, figuraban las relativas a asegurar el mando a los caciques y a sus descendientes y la de que les habían de dejar paso libre a Acaponeta y a Mexcaltitán, a cargar sal para su provincia, sin pagar alcabala u otra pensión. El Virrey ordenó que el gigantesco cadáver de Nayarit fuera incinerado en el quemadero de la inquisición en la capital de la Nueva España, lo que se verificó el 19 de febrero de 1722. escanio7@hotmail.com
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