Ahuacatlán, agosto 15.- (Redacción).- Mal; muy mal le fue a un respetable hombre que radica hacia el oriente de Ahuacatlán –por allá entre el barrio de La Presa y la colonia El Cerrito– y cuyo nombre omitimos para que no sea objeto de inquisiciones o fisgoneos por parte de esos curiosos que todo lo quieren saber, pero con morbo.
Y bueno pues, resulta que el susodicho se encontraba radicando ocasionalmente en algún lugar de los Estados Unidos, invitado por sus hijos, pero durante su estancia allá aprovechó para emplearse en una compañía, con lo que pudo reunir sus buenos dólares.
Después de este tiempo decidió regresar a Ahuacatlán y así olvidarse de las faenas gringas. Los dólares que ahorró los guardó él mismo. Nunca quiso enviarlos, quien sabe por que motivos.
El caso es que el protagonista de esta historia emprendió su regreso hace alrededor de tres semanas; pero antes, sus hijos le regalaron otros dólares, mientras que una de sus nueras le entregó 300—dólares—los cuales servirían para cubrir gastos de un bautizo.
Total. Se presume que traía una buena cantidad de billetes verdes. Su familia le sugirió que los enviara a través de una de esas agencias dedicadas al envío de dinero, Western Union, Orlado Valuti; Sin embargo, la persona esta—se insiste—prefirió cargar sus fajos de dólares.
Para trasladarse de los Estados Unidos hacia estos lugares utilizó la vía área. Se vino en avión, directamente al aeropuerto de Guadalajara, Jalisco. De ahí se dirigió a la Central Camionera a efecto de abordar un autobús que lo traería posteriormente hasta Ahuacatlán.
¡Qué infortunio el de éste hombre!, pues a medio camino entabló plática con uno pasajero, el cual, se presume urdió perfectamente un plan. La sed agobiaba a nuestro coterráneo y por eso se compró un “Nestea”. “Ya la hice”, debió de haber dicho el individuo.
Y en efecto, con toda serenidad le pidió “un traguito” de esta bebida dizque para tomarse una pastilla. El hombre accedió, creyendo que hacía una obra. Nunca pensó que el tipo le había vaciado al jugo algún narcótico; siguió tomando su jugo, pero a los dos minutos se quedó profundamente dormido.
La situación lógicamente fue aprovechada por el pelafustán de marras. Simplemente lo despojó de todo los dólares que traía, los cuales debieron de ser miles. ¡Un jugoso botín obtuvo este malandrín que se aprovechó de la ingenuidad de éste Ahuacatlense.
Todavía más. La sustancia que le suministraron debió haber sido bastante fuerte pues al llegar a Ahuacatlán nadie lo pudo sacar de su “sueño”; ni el chofer ni los demás pasajeros pudieron despertarlo. Le daban pequeños golpes en las mejillas, lo estremecieron una y otra vez, pero el señor no pudo abrir los ojos.
Incluso tuvieron que trasladarlo a una clínica médica de Ixtlán para volverlo en sí, lo cual pudieron conseguirlo después de haber pasado ya algunas horas, ¡Y sin un dólar en la bolsa! Los dólares ahorrados, aunados a los que le dieron sus hijos y su nuera, simple y sencillamente se esfumaron. Más bien cambiaron de dueño. Tarde se dio cuenta que fue objeto de una trampa.
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