IXTLÁN DEL RÍO.- Jacinto extendió su mano, tomó los 13 pesos que le entregó el reportero y gritó a sus compañeros: “¡Ya sacamos para la sardina!”.
Antes de encaminarse a la tienda de abarrotes, alzó de nuevo su diestra, empuñó su mano y exclamó: “No le voy a mentir, somos hondureños, pero el hambre no distingue fronteras”.
Jacinto no quiso proporcionar su lugar de origen evidentemente para no exponerse a la deportación; pero aseguró que se dirigían a la frontera mexicana con el objetivo de traspasar la línea e introducirse a los Estados Unidos.
Otros dos compatriotas suyos lo acompañaban. Todos parecían hambrientos, además de que evidenciaban su falta de aseo. Ropa extremadamente sucia y tenis muy desgastados y en mal estado.
Los encontramos cuando caminaban por la calle Zaragoza, poco después del mediodía. Jacinto fue directo: “Hermano, ayúdenos con lo que sea su voluntad, a ver si completamos para una sardina”.
Los únicos 13 pesos que bailaban en la bolsa del reportero fueron a parar a los bolsillos de aquel hombre.
Cuidando no hablar de más, afirmó que de Honduras habían salido desde hace ya alrededor de cinco meses con la idea de traspasar los países centroamericanos y ver la posibilidad de internarse en los Estados Unidos y así buscar una vida mejor…
Contó que eran alrededor de 12 hondureños los que en un principio emprendieron esta aventura, pero que los otros nueve se fueron quedando en el camino; e incluso que la vida de uno de ellos finalizó bajo los furgones de un tren, allá por Chiapas.
Cargando una raída cobija, Jacinto aseguró que era “gente de bien”… “Mi hermano, no soy ratero, ni bebo, ni soy drogadicto; véanos. Soy sincero, somos hondureños, pero por favor no nos vaya a denunciar”, señaló con aflicción, antes de tomar los 13 pesos. De ahí se encaminaron hacia el oriente de la misma calle Zaragoza en busca de una tienda de abarrotes y del apoyo de los peatones.
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