Profr. Ernesto Parra Flores
El juego forma parte importante en la formación de los seres humanos. Durante la infancia, es una necesidad; tanto psicológica como física.
Todo juego tiene sus propias reglas. Quien las viola, es expulsado o castigado. Las normas en el juego van formando al niño para integrarse a la sociedad y para prepararlo a trabajar en equipo, al colectivismo.
Algunos juegos tienen reglas muy simples, pero en otros son variadas y más complicadas; de allí que, al participar en un juego, se va comprendiendo de la vida misma.
Entre los juegos tradicionales, hay unos que han sobrevivido a través del tiempo, como el de las “canicas”. Este un juego muy completo para el desarrollo físico y mental. Se requiere de poner en juego todo el cuerpo y la capacidad de calcular fuerza, velocidad, dirección.
Tiene algo de ajedrez porque obliga a pensar en las jugadas futuras de los contrincantes. Las reglas pueden modificarse por acuerdo de los participantes antes de iniciar.
Siempre he creído que el juego del billar es una continuación de las canicas, pero con menos ventajas. Es más completo y divertido jugar a las canicas.
En las escuelas se promueven los juegos tradicionales, pero los espacios se van cerrando, sobre todo a las “canicas”; ¡Qué sabroso jugar a la rueda, al mate y tecua, sobre la tierra virgen!
El cemento no es propio para ello; no se pueden hacer “cocones” ni trazar rayas o ruedas al antojo. ¿Estaremos apreciando la muerte de este fabuloso juego?
Los juegos contemporáneos más bien responden a intereses comerciales que a las necesidades del niño. Por eso pronto pasan de moda, pero van aniquilando a aquellos que mucho apoyan a desarrollar habilidades motrices.
Quienes podían comprar los juguetes comerciales, lo hacían; los demás, los elaborábamos con los desechos de casa: Latas para hacer los divertidos zancos. Los más altos eran muy admirados, nosotros los hacíamos de palos de higuerilla. Los yoyos con corcholatas funcionaban; con ese material también se hacían silbatos y juegos de muebles, zumbadores.
Los niños que no juegan han perdido mucho al no disfrutar de lo más maravilloso de la infancia.
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