En aquél tiempo un sabio contó una historia de Etiopía que nos presenta a un anciano que, en su lecho de muerte, llamó a sus tres hijos y les dijo:
- No puedo dividir en tres lo que poseo. Eso dejaría muy pocos bienes a cada uno de ustedes. He decidido dar todo lo que tengo, como herencia, al que se muestre más hábil e inteligente. Dicho de otra forma, a mi mejor hijo. He dejado encima de la mesa una moneda para cada uno de ustedes. Tomádla. El que compre con esa moneda algo con lo que llenar la casa, se quedará con todo. Se fueron.
El primer hijo compró paja, pero solo consiguió llenar la casa hasta la mitad.
El segundo hijo compró bolsas de pluma, pero no consiguió llenar la casa mucho más que el anterior.
El tercer hijo – que consiguió la herencia – sólo compró un pequeño objeto. Era una vela. Esperó hasta la noche, encendió la vela y llenó la casa de luz.
También nosotros debemos saber llevar la luz a nuestra vida, nuestras familias, nuestros hogares y el mundo entero.
¿Y cuál es esa luz?… esa luz es la luz de la esperanza, la luz de la familia, la luz de la bondad, la luz de la humildad.
Hay gente muy pesimista que siempre está maldiciendo la oscuridad.
Hay que tener ánimo y empeño para que en vez de maldecir la oscuridad, cada quién encienda una luz y todos seremos iluminados.
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