LA BALANZA DE MIS EMOCIONES NO LOGRO VERLA EN EL PUNTO MEDIO. POR LO PRONTO, LA BIBLIA SE ENCUENTRA CERRADA.
Por más que intento poner el nivel de la balanza en el punto medio de mis emociones, no puedo. En las celebraciones de fin de año en que estuvimos reunidos con nuestros hijos, nueras, yerno y nietos, el vacío en nuestro corazón fue lacerante, no estuvo nuestro hijo Héctor Omar; seguimos sin saber de él.
Nuestros nietos son la parte elemental que nos impulsa, que nos hace momentáneamente disfrutar de ellos y la balanza parece que se inclina por el peso de la alegría, pero inmediatamente el dolor, la angustia, la nostalgia y sobre todo la incertidumbre, hace que el nivel vuelva con el peso del dolor a inclinarse.
La Biblia ya está cerrada, pues los salmos no logran reconfortarme, sólo hace mella en mí aquel pasaje del pastor que dejó noventa y nueve ovejas para ir en busca de la que se había perdido. Eso quisiera hacer, pero la brújula se ha desquiciado. No hay por donde empezar, sin embargo seguimos en constantes comunicación a través de los diversos medios: teléfono, correo electrónico, mensajería con la Procuraduría, la fiscalía metropolitana de Puebla; con agrupaciones como “Amnistía Internacional”, “Extraviados”. “Hasta encontrarlos”, “Desaparecidos México” “Centro de Apoyo de Personas Extraviadas y Ausentes” etc., y la oración, que estoy pensando en hacer una pauta por cierto tiempo, pues si Dios tiene ya mi mensaje, esperar, esperar y esperar.
Admiro a quienes tienen el don de platicar con Dios. Esto es una comunicación retroalimentada entre un emisor y un receptor. Yo solo elevo oraciones agradeciendo las bondades que a través de mi larga existencia he sido objeto, y en estos difíciles momentos, peticiones, suplicas, un milagro.
Empiezo a hurgar en mi mente cosas que marcan los recuerdos con mi hijo; naturalmente su niñez, pues apenas había cumplido diecisiete años cuando emigró hacia su formación académica a la capital del país. El árbol que plantamos, mi rastrillo viejo con el cual, cuando adolescente, lo sorprendí pasándolo por su rostro semi lampiño. El collarín de esponja que me regaló cuando para mi mitigar mi frecuente malestar por la compresión cervical que es mi compañera de por vida. Una misiva que me envió después de que en una de sus visitas le hice algunas llamadas de atención por su comportamiento. En ella se disculpa y patentiza el cariño que nos tiene. Un suéter que en las últimas vistas que le hicimos en Puebla y por los intensos fríos que en esa entidad se sienten, me lo prestó; una fotografía enmarcada del Che Guevara que me obsequió y múltiples fotografías de su matrimonio, su graduación, etc.
Hay tantas palabras que los católicos expresamos cuando atravesamos por situaciones difíciles que aunque no sean parte de los libros sagrados, son como parte de un código: “Todo sucede por algo. Dios aprieta pero no ahorca. Nada se mueve si no es por la voluntad Divina”. Por ello, a diario pido a Dios me devele la verdad, sea cual sea “Que hasta los cabellos de nuestras cabezas están contados”, eso lo descarto. Me interesa saber de mi hijo, no cuantos pelos tengo– “Ayúdate que yo te ayudaré”. Familiares y amigos preocupados por nuestra situación nos han llevado disque con videntes, ya con doña Silvia, Celina, Doña Mercedes y nada en concreto, sólo lo que supuestamente ven después de hacer sus “rituales”. Dicen que el perdido a todas va.
Recuerdo la angustia que vivía la familia del empresario español de apellido Crespo a quien le secuestraron aquí en nuestro estado a su hijo. Un año después capturan a los secuestradores y tal vez por las amenazas que me hace el Alzheimer, no me di cuenta si ya localizaron los restos del joven asesinado para tener así esta familia resignación y paz.
Hace más de un año que nuestras vidas dieron un giro desquiciado. Ya no canto bajo la regadera. No asistimos a teatro, ni a eventos culturales, pocas veces a reuniones familiares. Mi esposa ya no me dice: “¿bailamos?”. Nuestras bocas están la mayor parte mustias. Todo ha cambiado. La balanza de nuestras emociones no logra estar en el nivel medio.
Un matrimonio nos regaló un CD de Ho’oponopono que es una técnica Hawaiana para crear cooperación entre la mente o ser, subconsciente, consiente, y así lograr la conexión interior con el amor que es la fuente divina, logrando sanar nuestro cuerpo y espíritu dañados por nuestros errores en pensamiento, palabra, actos y acciones; limpiándonos toda experiencia no deseada, inclusive aquella que venimos pagando por culpas de generaciones que nos antecedieron, información almacenada de lo acontecido en otras vidas. –híjole otra culpa en mi costal, pues mi religión me repite que Jesús murió por nosotros…
El pasado 6 de enero, estando en Celaya asistiendo a misa en el Templo del Carmen de esa ciudad, en la homilía, el sacerdote expresaba más o menos que “no debemos cuestionar a Dios de por qué no da respuesta a nuestras peticiones cuando pedimos nos auxilie… él no tiene porqué dar respuesta a lo que nos aqueja, puesto que él no se compromete con nosotros. Él sólo nos ofrece la vida después de la muerte, el paraíso para quienes respetan los mandamientos, para quienes llevan una vida verdaderamente cristiana.
Inmediatamente mi mente se activó y como que escuché: No, pos con esas palabras, ya ni le busques. Híjole, no quiero perder la fe, pero surgen ansias de subir a la cima de cualquier cerro y gritar, ya no pedir, cuestionar a Dios, y hacer mías aquellas palabras de Jesucristo: “¿Padre, por qué nos has abandonado? Por lo pronto, la Biblia está cerrada. escanio7@hotmail.com
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