Uno de los mejores regalos que Francisco recibió en su vida fue un espejito que le regaló su abuela cuando era pequeño.
Su abuela había trabajado en su juventud en una fábrica de espejos y lo consideraba un objeto mágico porque representa un fiel reflejo de la realidad, porque, si alguien quiere saber la verdad sobre algo, el espejo le dará siempre la respuesta adecuada.
La abuela le inculcó a Francisco la necesidad de hablar a diario con el espejo y por eso le regaló aquel maravilloso objeto que ella misma había tallado a mano, en pedrería de diferentes colores.
A partir de aquel día el espejito de la abuela se convirtió en la joya predilecta de Francisco, por eso lo llevaba consigo a todas partes.
Junto a este objeto le entregó una carta que leyó a toda prisa, sin entender su verdadero significado y ella le dijo que la conservara para leerla con más detenimiento cuando fuera mayor. Así que la madre de Francisco la guardó cuidadosamente sabiendo que le sería de utilidad en el futuro.
Años después, sucedió que en su vida comenzaron a fallar varios pilares fundamentales como la salud, el trabajo, los amigos y también por qué no decirlo, era muy poco afortunado en el amor. Se sentía incapaz de hacer algo para cambiar lo que sucedía, porque siempre hacía culpable de su situación a las circunstancias externas.
El día que decidió cambiar su vida fue aquel en el que se le cayó al suelo el espejo que le había regalado su abuela y al recogerlo vi su imagen reflejada en mil pedazos.
Entonces se dio cuenta que tenía que recomponer cada pieza de su vida que no encajaba y que no sería tarea fácil, sobre todo porque cada vez que se asomaba al espejo, no se sentía identificado con la imagen que aparecía ante él y sentía que quien lo miraba no era él, sino una persona desconocida y extraña, ajena a su propio ser.
La carta decía más o menos así: «Cuando te miras a un espejo, el problema con el que te enfrentas no es la realidad de lo que aparece ante ti, si no la interpretación que tú haces de esa realidad. Da igual que seas feo o guapo, lo importante es cómo te veas a ti mismo y cómo interpretes aquello que ves y si quieres que la interpretación sea positiva, debes trabajar tu autoestima…
… Si te quieres a ti mismo, te gustará la imagen que ves reflejada en el espejo, pero si te sientes triste, deprimido y no te gusta tu vida, no te gustará lo que aparece reflejado, aunque tu rostro sea el más hermoso del mundo, pues te sentirás una persona desgraciada. La imagen que ves reflejada en el espejo se retroalimenta con aquello que sientes, potenciando los sentimientos que tienes en esos momentos…
… Si son sentimientos de felicidad verás reflejada esa luz en el espejo y esa luz se trasladará a toda tu vida, pero si son sentimientos de tristeza, todo aquello que aparezca reflejado en el espejo te parecerá gris y falto de vida. Lo mismo sucede en la vida de cada persona. Existe una realidad y la interpretación que hacemos de ella. Lo ideal sería que nos limitásemos a ver la realidad tal y como es, como aparece en el espejo, pero eso sólo sería posible si no tuviéramos pensamiento propio…
… Por eso, no te dejes engañar por lo que veas reflejado en el espejo pensando que hay una realidad única e inamovible que es tal y como aparece ante ti, porque hay otra realidad invisible paralela creada por tu propio pensamiento que hace posible que puedas modificar la imagen real del espejo, dando como resultado la proyección de aquello que tú desees. El resultado depende de ti».
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