Omar G. Nieves
En esto pueblo todo es quietud, comprendiendo en este, la movilidad social, la función pública y la actividad política. A las dos últimas nos referiremos en esta ocasión.
No es que la agitación política haya cesado, o que los motores electorales que hace tiempo comenzaron a calentar los aspirantes a la presidencia municipal se apagaran, sino que se percibe un ambiente de reposo al que obligadamente hemos entrado todos por la deficiente administración de las finanzas públicas del gobierno que preside Miguel González.
Y es que desgraciadamente en los pueblos pequeños como Jala, mucho tiene que ver el manejo de los recursos públicos municipales, de los que dependen muchas familias, y con ellas, toda una cadena de relaciones económicas.
Lo platicamos ayer con algunas personas. Ni siquiera los posibles sucesores de “Migue” están tan entusiasmados en sucederlo. ¿Quién va a querer un Ayuntamiento en quiebra? En Jala se trabajará por la plaza, por la posición política que tiene un gobierno municipal, por ayudar a la gente que vive y que piensa vivir otros tres años del servicio público, por dádivas pequeñas, por reencauzar – hasta donde se pueda – el rumbo, y por lo más importante: por preservar la tranquilidad que, pese al deterioro social, existe.
En este pueblo del cura ilustre José María Salazar, la gente ha aprendido a vivir con más serenidad ante la precariedad económica que en otras latitudes. Así lo demuestra el hecho de que todo transcurre con aparente normalidad, mientras que en lides políticas y de gobierno la crisis sigue siendo fuerte.
Nosotros lo sabemos – que tampoco lo sentimos –, porque nuestros servicios informativos también se han cicateado al igual que muchos otros que le proveen productos y servicios a la Presidencia Municipal.
Sea como sea, la embrollada administración que en tesorería se hace por parte de Marcelino Santana Aquino, sigue generando esta inmovilidad y apatía que tenemos hasta por decir lo turbulento que ha sido el gobierno municipal.
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