En memoria del Profr. Heriberto Magallanes.
Omar G. Nieves
La juerga popular que cada año se celebra en Ixtlán del Río para estas fechas ha perdido, con el correr de los años, la esencia que le da origen y nombre: “Las Fiestas Patrias”. En esta administración incluso se ha deformado a tal grado que a esta conmemoración, de claro júbilo nacional, se le han llamado “Las Fiestas de la Alegría”; que de no ser por el aguzado que reparó en esta impertinencia, en este año se denominarían igual. Esta vez serán “Las Fiestas del Bicentenario”.
Pero si esto le sucede a nuestros dignatarios, ¿Qué podemos esperar de los que no se inmiscuyen en asuntos oficiales, de aquellos que están esperando a que inicie el rompimiento para embriagarse al tiempo que escuchan la banda y conversan de cosas banales con sus amistades? De seguro que si España nos colonizara de nuevo, Ixtlán escasearía de patriotas.
El logotipo de las fiestas, por ejemplo, podrá ser producto del más agudo ingenio del diseño gráfico, pero no tiene nada que ver con nuestra independencia, ni con el motivo que se festeja.
Cierto, cada quien juzga conforme su formación cultural, y en este sentido si hay jóvenes y ciudadanos que no se inquietan por lo que hizo Hidalgo, Allende, Aldama, Jiménez, Morelos, Abasolo, Guerrero, Guadalupe Victoria y demás insurgentes, se entiende; pero que la autoridad pase de largo estos acontecimientos no.
Nosotros esperaríamos todo lo que conlleva una verbena: su música, sus bebidas etílicas, su comida tradicional, sus bailes, sus borrachos, su riñas, sus flechazos de amor, o incluso la presunción que muchos hacen de su trabajo, su ropa o su posición social – que con más énfasis se ven en los festejos sociales –; pero también, esperaríamos la disposición para aprender de la historia. O qué; ¿Creen que con la independencia en 1821 México superó su servilismo, sus problemas y que desde entonces ha sido una nación próspera? De ser así no nos hubieran quitado más de la mitad de nuestro territorio, no se registraría el liberalismo de Juárez y la insurrección en 1910 contra la dictadura de Porfirio Díaz.
De esta forma, si no reconocemos que el Bicentenario y las Fiestas Patrias deben servir, además del jolgorio referido, para evaluar nuestra crisis nacional, no tiene caso seguir utilizando frases, actos y representaciones históricas que no se respetan, como el grito de independencia.
Advierto finalmente que nosotros sí reconocemos muchos logros de la actual administración, por lo que espero que este artículo sirva para la reflexión, y no para la ofensiva de los que ven en la Presidencia puros desaciertos.
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