¿Adónde vamos?

La democracia fue trastocada, pero no de ahora, sino precisamente desde el momento en que se le coronó en el año 2000, y cuando el gobierno panista la descompuso al no garantizar las oportunidades económicas para una sociedad enormemente desigual.

Cuando la gente vota por un partido o candidato, es porque quiere elevar sus condiciones de vida, no porque quiera irse al cielo. En este sentido, tener una democracia formal, donde los ciudadanos sólo tienen la oportunidad de elegir, pero no de vivir dignamente, de nada nos sirve. Ese fue el yerro de los que ahora están en el poder, y que desde hace 27 años no han sabido recomponer.

La clase política de ahora piensa que hacer campañas es exaltar la figura del candidato, sus cualidades bonachonas, sus poses y perfiles carismáticos. Por eso al PRI le cuesta celebrar los comicios en la fecha señalada, en el caso al que nos referimos. Porque la mercadotecnia política en lugar de enriquecer el oficio lo ha mancillado.

Atrás quedaron los discursos y los análisis de fondo. Hoy nos acostumbramos a una competencia entre meras personalidades acostumbradas a la retórica hueca. Y si a esto le agregamos la escalada de violencia en las calles, el panorama es desalentador.

De posponerse las elecciones en Tamaulipas el Estado mandaría el mensaje de que el crimen organizado les ganó la partida, tanto en que quedaría alterado un proceso electoral, y con ello la democracia; como en que no han podido garantizar la seguridad pública y la paz en el país.

Dos cosas fundamentales para el sostenimiento del Estado: su sistema de gobierno y su fuerza policiaca.

Conjeturar sobre los móviles del atentado puede ser peligroso. Baste sólo recordar que en 1994 el asesinato de Luís Donaldo Colosio fue a manera del crimen solitario, como el Kennedy en 1963; y por las investigaciones realizadas, éstos fueron con un objetivo netamente político.