¡Qué difícil ha sido vivir sin ella! | ARTICULO: Fco Javier Nieves.
AHUACATLÁN.
Lúgubre fecha la de hoy. Martes 22 de agosto. Doce meses exactos que mi esposa Tacha emprendió el viaje sin retorno. ¡Qué difícil ha sido vivir sin ella!; pero ahora me doy cuenta que la vida de los muertos existe en el corazón de los vivos.
Sí; hoy hace un año. Aciago lunes. El maldito cáncer marcó el final de su existencia, a los 59 años de edad. Aquel oncogén positivo conocido como Herz-2 destruyó su organismo, arrebatándola de nuestras manos.
A duras penas logró concluir sus sesiones de radioterapia en el Instituto de Cancerología de Tepic. Treinta en total. Dolores intensos. Los paliativos poco le ayudaron. Por eso decidimos internarla en la clínica uno del Seguro Social, allá en la capital del estado.
Más de dos semanas de intensa batalla contra la muerte. Las cosas se fueron complicando. Sus lamentos nos dolían a todos; a nuestros cinco hijos y a mi. Nada había que hacer ya. Por eso decidimos tráela a casa, pensando en una despedida digna…
No, no tuvo un final digno; pero hicimos lo que pudimos. Nos entregamos por completo a ella; día y noche; noche y día; las 24 horas, cuidándola en su cama, tratando de que ocurriera un milagro. Sin embargo, sus fuerzas poco a poco fueron minando.
Los quejidos lentamente se apagaron. La besé en la frente. Prometí ante ella cuidar a mis hijos. Ellos también juramentaron. Lunes 22 de agosto del 2022. El reloj marcaba las siete de la noche con 47 minutos cuando exhaló su último suspiro.
Murió rodeada por sus hijos y yo. Lloramos, lloramos…y lloramos. Desde ese instante sentí que mi mundo se acababa también. ¿Cómo enfrentar su pérdida?, ¿Cómo vivir sin ella?
Había fallecido la mujer con la que viví la mayor parte de mi existencia. Poco más de 40 años compartiendo alegrías…y también tristezas, por supuesto; pero siempre apoyándonos uno a otro. Juntos, tomados de la mano, luchando hombro con hombro contra las adversidades.
Tengo su fotografía al lado de mi cama aún. Aquí fue donde expiró. A veces oigo sus pasos. Escucho sus voces. Imaginariamente la avisto “menearle” a la cazuela, cocinando sus ricos manjares. No he probado mejor pozole que el de ella. Deliciosa carne en su jugo, pollo en chipotle del mejor. Huesito de puerco, mi comida favorita. Siempre complacía mi paladar.
Hoy se cumplen pues 365 días de su partida. Mi realidad es otra. Mi vida sin ella ha cambiado mucho. Muy difícil ha sido navegar en este mundo sin tenerla a mi lado. Mi mente todavía le habla. Mi corazón todavía la busca. Pero mi alma sabe que Tacha está en paz.
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