Francisco Javier Nieves Aguilar
Hay un cuento muy viejo, de aquel presidente municipal electo de un pueblo chico, que el primer día de su mandato llegó a su oficina y se dispuso a abrir la caja fuerte para ver cuanto había en la tesorería, y cual sería su sorpresa que encontró unos cuantos centavos nada más.
Indignado, se comunicó con su compadre, a quien antecedía, y le dijo: “oye compadre ya ni la haces, dejaste en caja unos cuantos centavos”; y antes que siguiera hablando el ahora jefe edilicio, el cuestionado personaje le contestó: “Espérame compadre; te juro que no los vi, si no ¡También me los llevo!”.
Viene a colación lo arriba escrito ahora que se acerca la renovación del Ejecutivo del Estado, de la Cámara de Diputados y de los 20 Ayuntamientos, ¡Y qué lástima que la Contraloría del Estado no pueda vigilar a los funcionarios de este gobierno.
Qué lástima también que los contralores municipales tampoco puedan hacer lo propio con los alcaldes que salen. ¿¡Y cómo!? ¡Si los que realizan estas funciones son puestos por los mismos gobernantes!”, ¿No es ésta una aberración?; porque, claro, a mi no me van a salir con el cuento de que son muy santos y que no se van a llevar nada a su casa.
Sin embargo, es de justicia no generalizar. En este mundo de corrupción en el que nos desenvolvemos, los hay honestos y se preocupan por entregar los bienes que le fueron conferidos en perfecto orden, vigilan celosamente de que no haya saqueos, en ninguna de las oficinas de que disponen, desde el equipo de computadoras, escritorios y otros enceres de oficina, todo contabilizado y en regla.
Pero, desgraciadamente estos son los menos, hay alcaldes que se despachan con la cuchara grande, desde el dinero del erario, maquinaria pesada con la que construyeron obras, y camiones chatarra que están inservibles; su oficina que les sirvió durante los tres años de gobierno municipal, con escritorios completamente deteriorados, como que los remplazaron por los nuevos que se llevaron de recuerdo a su casa, ¿la computadora? “pos cual”, el sillón ejecutivo, todo destartalado y con una pata menos.
Pero sinceramente yo no creo que sea este el caso de los alcaldes del sur. Conozco bien a Chuyín Bernal y se que va a entregar una administración en orden a su tocayo Pelón Bañuelos. Y también creo que eso mismo ocurre con Arturo Becerra Tapia, de Amatlán de Cañas, y con su homólogo de Jala, Miguel González González, aunque este último seguro dejará un montón de deudas a Marco Antonio Cambero, el alcalde electo. Héctor Javier Sánchez Fletes por su parte ha empeñado su palabra en el sentido de que dejará un Ayuntamiento saneado, transparente y funcional, en Ixtlán.
La fecha de la renovación de poderes ya está a la vuelta de la esquina. Tres semanas más y ya estarán entregando la estafeta. Ojalá y que de veras hagan efectivo su compromiso de heredar un Ayuntamiento en orden.
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