AHUACATLÁN.- No faltó el taquito, traguito y ruidito durante la Octava Cabalgata de Las Palmas, pese a que no participó, como se esperaba, el presidente municipal de San Blas, Hilario Ramírez “Layín”.
Interferencias oficiales del estado y la federación, le impidieron estar presente en esta concentración de jinetes de Ahuacatlán que disfrutaron de los laberintos que dibuja la carretera de Uzeta a Las Palmas, entre las cuestas de los altos cerros que transmiten una quietud inefable.
Esta vez don Paulino Pérez, uno de los pioneros en la organización de este recorrido que inició en 2008, se preparó para recibir a mil visitantes en una comunidad de que apenas si rebasa los 100 habitantes.
Fueron precisamente este centenar de lugareños quienes recibieron como cada año a los jinetes provenientes de las comunidades circunvecinas. La comida estuvo espectacular. “De rechupete”, como se dice en el argot popular. A su servidor le tocó probar un guiso que no se ve en los mejores manjares de las mesas pudientes… La carne de un jabalí aderezada con sal de grano simple.
En otra parte, un joven de Las Palmas no paraba de repetir que había comida para todos. Y en efecto, muchos repitieron doble una deliciosa birria preparada con animales de campo, selectos para la ocasión.

Layín no estuvo, pero sí pudimos ver a muchos de sus seguidores, entre quienes destacaba Gabriel Montero Flores, quien aportó una buena cantidad de dinero para contratar la Banda Marquéz. Además, estuvo el brazo derecho del controversial alcalde sanblasense, Chuy Ceja, el organizador de la Mega Cabalgata del Siglo, y quien tuvo espacio para recibir las peticiones que muchos ciudadanos ya habían preparado para Ramírez Villanueva.
De igual forma fue Chuy Ceja el encargado de poner sobre la marcha una nueva cisterna que dotaría de agua potable limpia y cristalina a los habitantes de Las Palmas, y cuyos gastos corrieron por cuenta de Layín.
Finalmente, es importante destacar la fraternidad que se observó en esta cabalgata, el convite y la organización para demostrar una hospitalidad que es frecuente ver en las rancherías de nuestro México.
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