Cada noche fecundada por los peces;
oscilantes nadadores coloridos
bajo la aromática estela que
reverbera el sabor a humedades…
Un lago plateado por la luna
sosiego del calor de mis adentros
recuerdo de la entrega desprovista
de mi sed, mi pasión y mis amores.
Él tan antiguo como el barro,
yo apenas intento de copal;
derretida, difusa y diluida
entre los corpúsculos
acuarianos de su orbe.
Bañarse en sus reflejos fue…
¿fundirse, desaparecer o renacer?
Mi planta se hundió hasta sentir
el lodoso fondo de su plenitud en juego.
Mis dedos; danzantes simultáneos
esbozaron continente en fina seda
para escribir los dulces versos
que replican vagos ecos en su ausencia.
Bullí en sus aguas, inconclusa
e interminablemente inspirada
por la luz y la faz de sus estrellas;
espejismos revelados,
evocación de piedras muertas
que inundaban espacios moribundos
en zonas mías, desprovistas de belleza.
Los sapos también le amaban
siempre intrusos a nuestro idilio
entonando sus canciones y alabanzas
con saltos imprevistos en las rocas
que le desposeían de calma y
la quietud de sus latidos.
Agonía era estar fuera del agua
a sabiendas del terreno arrebatado
por hábil raíz de la flor de corolas blancas
que aprovechaba mi condición trashumante
propagando sus nutrientes ramas.
Noche a noche
los lirios afinaban su belleza
extendiendo los celos nocturnos y el suplicio
como prueba y duelo
del impetuoso amor de las sirenas;
híbridos amantes de agua y tierra.
Mi enemiga, tirana y delirante
hasta un punto inconcebible
se envolvía en brillos solares
para esconder su identidad soterrada.
Bullí en sus aguas, inconclusa
e interminablemente inspirada
por la luz y la faz de sus estrellas;
espejismos revelados,
evocación de piedras muertas
que inundaban espacios moribundos
en zonas mías, desprovistas de riqueza.
La turbiedad de sus besos no fue aviso
ni siquiera razón de mi sospecha
tal era la sequía de mi esencia
que su condición de reservorio
fue un enigma fascinante.
Decían los rumores de la ruta:
“varias lanchas encallaron en su lecho,
helando el corazón de sus amantes”…
Nunca hubo un muelle al otro extremo
siempre fuimos excursiones kamikazes.
La arboleda de pinos observantes
se mantuvo a distancia de este lago
albergando los frutos y las aves
de todo aquel hermoso llano.
Silenciosos testigos del estanque
quemados en la hoguera,
en castigo a su silencio.
Los astros no moraban en sus aguas
advertían los huesos de madera que
aguardaban en la turbia lejanía
camuflados en el blanco de los lirios.
Bullí en sus aguas, inconclusa
e interminablemente inspirada
por la luz y la faz de sus estrellas;
espejismos revelados,
evocación de piedras muertas
que inundaban espacios moribundos
en zonas mías, desprovistas de certeza.
Corrí aterrada una mañana
estremecida por los pasos de la muerte
tan solo una fina bata me vestía
mientras el sol brillaba despiadado;
no importó el acuerdo establecido
de solo amarle por las noches.
Noté el débil pasto amarillento
que poco prosperaba en sus orillas
no había sapos expectantes
ni brillantes lirios en contra mía.
Espejismo de amor eran sus aguas
mi calor, la causa que le estremecía
tibiando sus humedades congeladas.
Los lagos, no son mar ni acaso ríos,
tan solo fangal de ilusiones encalladas.
Estero de inseguridades inculcadas
de un machismo atroz entre los Hombres
de la virtud prostituida desde la infancia
partiendo de lo sacro, el dogma y la familia.
¡Palpita corazón con tus pasiones
el pensamiento también se ruboriza
el sexo se masturba con la risa
tras el lago detrás de la colina!
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