Es otro rollo

Omar G. Nieves

Se de narcos que han ayudado a pueblos enteros con obras sociales que van desde pagarle los medicamentos a un enfermo, hasta metiendo los servicios de agua potable y drenaje a una comunidad.

Los jóvenes que viven en esas poblaciones desde pequeños crecen, como les inculcan sus padres, bajo la fe de que existe un Dios que todo lo ve y todo lo sabe; lo cual implica que aunado a los valores que adquieren en la escuela y en el medio donde se desenvuelven, adoptan una moral que, viéndolo desde el punto de vista axiológico, es aceptable.

Si el niño, el adolescente o el joven va a la escuela y aprende la lección de civismo, se dará cuenta que existe un gobierno que democráticamente todos elegimos, y que ese gobierno tiene órganos que nos sirven para que haya paz y orden. En las aulas se le enseñará la disciplina que debe guardar en toda colectividad; y si además de todo eso se refuerza con experiencias religiosas, formaciones cristianas, o normas morales y de urbanidad, tendremos la simiente de una buena persona.

¿Verdad que es cierto que es buena la inculcación de valores que impiden el surgimiento de malhechores?… ¡Pues no es cierto!, ¡No es cierto! – como dice Adal Ramones –. Una persona podrá estar formada con las más elevadas normas morales, pero eso no garantiza que se corrompa y caiga en los vicios.

Quiero corregir dos expresiones que pudieran malinterpretarse: no es que sea incorrecto el que se promueva el obrar bien, lo que estamos diciendo es que no es suficiente para que un hombre vaya por el buen camino. El otro punto es que me adelanto a aclarar que no es mi objetivo el consagrar al delincuente o el justificar sus prácticas; lo que pretendemos es exponer la perspectiva de que el problema de la violencia no tiene como origen principal la falta de valores, sino la falta de oportunidades laborales, las expectativas de una vida económica estable, y la actual guerra absurda que el gobierno federal ha desatado.

Porque un joven podrá ir a la escuela a aprender su lección, ir al templo a escuchar el sermón y en su casa recibir la reprimenda del padre que le dice que robar es malo, ¿Pero si tiene hambre y no tiene la ropa, los tenis o el carro que su vecino tiene? Y si aparte de eso le dicen que es un flojo, que es un burro o que forma parte de los malos porque ya le robó a la vecina; este chavo tal vez preferirá arriesgar su vida en esa aventura que es la delincuencia organizada, se juntará con otros como él, desarraigado socialmente; será un “Nini” mientras comience a ganar dinero, que es el verdadero motor de todo, y que no entiendo por qué el gobierno lo pasa por alto como factor de la violencia.

A los jóvenes no les intimidan los discursos temerarios que pregonan las autoridades. Ellos quieren existir, que se sepa quienes son: los olvidados. Lo que nunca imaginé es que llegaría el día en que en lugar de ayudarlos desde temprano – no con valores, con eso no comen –, los meterían en una guerra que espero Dios pronto termine.

Me pregunto si los que concibieron esta guerra pensaron en que la droga nunca se va a acabar, como no se acabarán los que se dediquen a cultivarla o consumirla. La libertad no es estado fortuito con el que nacemos, es una necesidad, y en tal sentido se debería respetar el que cada quien juzgue lo que es bueno y malo.

La policía debiese estar para que actúe únicamente cuando alguien se decida por lo malo “y afecte a un tercero”; y el gobierno para que prevenga que nos inclinemos por lo malo.

En mi caso, de antemano digo que no soy nadie para decir: “Tu, muy bien… Tu, muy mal”. Dios los juzgará, y sólo Él dirá quien se queda en el paraíso y quien será destruido.

Ribete: