El estado se vio rebasado. Sin embargo eso no significa que el Cártel de Sinaloa haya conducido a la república a un estado fallido, como muchos opositores del gobierno afirman.
Todo apunta –pese a los informes contradictorios que se vierten en las fuentes informativas– a que la detención del hijo del Chapo Guzmán, fundador de la citada organización criminal, fue un error de cálculo.
La versión del secretario de Seguridad Pública y Protección Ciudadana, Alfonso Durazo, sobre un “patrullaje” y eventual encuentro con un grupo criminal dónde presuntamente se encontraba Ovidio Guzmán, se tambalea ante las evidencias videográficas de un cerco de decenas de vehículos de la SEDENA que sitiaron con unidades y elementos a pie, el fraccionamiento Tres Ríos, lugar dónde ocurrieron los primeros disparos alrededor de las 3:30 de la tarde.
El error de cálculo del Gabinete de Seguridad radicó en la reacción y, sobre todo, represalias que vendrían después por parte del Cártel de Sinaloa. Desestimaron la falta de apoyo por parte del gobierno de EE.UU., que en cambio sí participó con sus servicios de inteligencia en la última captura de El Chapo Guzmán. Quizá también subestimaron la influencia y vigencia que aún tienen los líderes Ismael “El Mayo” Zambada y Los Chapitos.
Consecuentemente, durante la madrugada de este viernes los diputados del PAN se valieron de la falta de previsión y desatinos de Alfonso Durazo para pedir su renuncia, percepción ésta de yerros por parte de la Secretaria de Seguridad que comparten la mayoria de los analistas especializados en la materia.
Finalmente, el consenso es que el comandante supremo y responsable de la seguridad nacional –aunque se siga escudando en el pasado–, Andrés Manuel López Obrador, reconsidere seriamente y por el bien de la nación, el utilizar un Estado Mayor Presidencial y cambiar los vuelos comerciales por un jet privado, si se prefiere pequeño y austero, pero que al menos lo proteja de posibles atentados.
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