Muchos andarán con el candidato por la amistad entablada, por simpatía o, si se raya en el cinismo, hasta por el cargo público. Hay uno que sin embargo sigue a Mario incondicionalmente; no de ahora, sino de tiempo atrás.
Le dicen “El 30”, pero su verdadero nombre es Francisco. Es un centinela, un atalaya que pretende pasar desapercibido, como debe ser. Cuando el candidato está solo él tiene la oportunidad de acercársele, como si el estar junto a él le confiriera mayor seguridad. Empero, tan pronto se le arremolina la gente, toma distancia. A lo lejos lo observa de reojo, nervioso pero atento ante cualquier altercado.
Pocos políticos tienen la suerte de contar con un guardaespaldas honorario y digno de confianza, un fiel escudero como Sancho Panza. Quien quita y sea “El 30” quien verdaderamente atraiga las multitudes hacia Mario, y que sea éste únicamente el agente del PRI para que tengan por quien votar el seis de julio.
Tal vez sea este joven [El 30 y no Mario] el auténtico autor intelectual de las ideas que proyecta el candidato, el artífice de sus frases, el inspirador de su campaña. ¡Con razón andan tan pegados!
De llegar a gobernar, el presidente tendría una sombra que lo orientaría por mejores senderos. Mal acabaría Mario de no hacerle caso a este hombre que está inmunizado contra el delirio del poder. Un joven al que no lo deslumbran los cargos públicos, ni el dinero, ni las cámaras.
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