El “Titán de Nayarit” rompió la rutina del CERESO con deporte, música y un mensaje de vida.
COMPOSTELA-TEPIC.
El chirriar del portón metálico anunció la llegada de un visitante distinto. Tras la revisión de rutina, una figura alta y espigada se abrió paso entre los pasillos grises del CERESO “Venustiano Carranza”, en Tepic.
Su andar firme, casi solemne, contrastaba con la sorpresa que de inmediato recorrió el lugar. “Es Ayón, el basquetbolista”, murmuraron algunos internos, incrédulos.

Y sí. Era Gustavo Ayón, el Titán de Nayarit, el hombre que brilló en la NBA, en Europa y con la Selección Mexicana, ahora convertido en presidente municipal de Compostela.
Su presencia en el penal rompió con la rutina y, en cuestión de minutos, los muros que por 60 años han guardado historias de encierro, se llenaron de un aire distinto: el de la esperanza.
Una visita inédita
Nunca antes un presidente municipal había pisado el reclusorio. Ayón lo hizo como parte del programa “Tu municipio contigo”, impulsado por la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, que busca llevar cultura y deporte a sectores poco atendidos. Y aquel sábado, el penal dejó de ser solo un espacio de vigilancia para convertirse en escenario de encuentro humano.

Directivos, custodios, guardias e internos se mezclaron en un mismo ambiente de curiosidad y entusiasmo.
El rumor corrió rápido, como pólvora: habría música, habría convivencia… y habría basquetbol.
La cancha, un puente
Los internos no ocultaron su emoción al verlo tomar el balón. El eco de los botes sobre el pavimento duro marcó el inicio de una cascarita fraternal. Nadie contaba los puntos; lo que se contaba eran las sonrisas, los aplausos y esa sensación de libertad que, aunque momentánea, se apoderó de todos.
Por unos instantes, el Titán no era autoridad ni figura pública: era un jugador más, un compañero de equipo, alguien que compartía cancha y alegría.
Un mensaje desde el corazón
Al finalizar el encuentro, Ayón tomó el micrófono. Su voz grave retumbó en el patio del penal, cargada de emoción y sinceridad:
“Queremos muy pronto verlos reinsertados en la sociedad, dando un ejemplo de vida para los niños y jóvenes. Por favor, disfruten este momento: el corazón no sabe dónde está… solo siente”.
Las palabras, sencillas pero profundas, arrancaron un aplauso largo, sonoro, de esos que nacen desde adentro.
La fiesta tras los muros
La jornada continuó con música, presentaciones artísticas y un diálogo abierto donde los internos compartieron inquietudes.
Fue un espacio distinto, donde la fraternidad y la dignidad hicieron olvidar por un rato la rutina pesada del encierro.
Ese día, el Penal de Tepic no fue solo un lugar de reclusión. Gracias a Gustavo Ayón, sus muros se llenaron de juego, convivencia y esperanza. Y quedó demostrado que, a veces, basta un balón y un gesto humano para abrir caminos hacia la reinserción y la vida.
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