Este domingo 7 de junio, las tiendas de la cadena Oxxo regalarán un café… claro, si llevas el dedito pintado como seña de que ya votaste.
El Instituto de Teología para Laicos de la Diócesis de Tepic, ha hecho circular un tríptico, por demás patético, en el que exhorta a la población a votar so pena de cometer una falta grave y un pecado de omisión. Demostrando con ello, una vez más de qué lado ha estado siempre mascando la iguana; la Iglesia, el clero.
Lalito Salazar en el programa de revista matutina que todos vemos, por supuesto, “Hoy”, se exhibe como un politólogo consumado cuando hace análisis acerca de la situación del país; criminalizando a los maestros, pidiendo cárcel para todos – ¿A quién la pide? – por violar el derecho constitucional que todos los niños tienen a la domesticación.

“Veintiún muertos a causa de la contienda”, como si tratase de un terremoto o huracán, como si tratase de un fenómeno natural. Y para no quedarse hueco, propone salir a votar todos, masivamente, para que así se acabe todo ese fuchi.
¿Hasta qué grado de ridiculez son capaces de llegar?
¿Creen que somos unos irrecuperables pazguatos?
Es claro qué clase de gobierno está enquistado en el país. Ni unos ni otros partidos; ni de derecha, ni de izquierda, ni de centro, hacen diferencia salvo las comas de los estatutos. Todos operan con las fórmulas fascistas de la propaganda mediática, que son dogma: la sonrisa fingida, el spot, las camisetas, el baile, el cirlo… Ayer que fueron locales, hoy que son federales. Que por cierto deberían ellos mismos de sustituir la palabra “elecciones federales” por “elecciones nacionales”.
En caso de pugna – y otros queveres – quienes deciden, al final, son los magistrados del Tribunal Electoral, no los ciudadanos, no los que salen sorteados por el desacreditado y ya nacido muerto INE. Vaya que ni siquiera los militantes del hueso colorado de los partidos. ¿A qué y a quiénes obedecen esos magistrados del tribunal?
¿Votar?
Históricamente, votar aquí en México – como en otros – nunca ha solucionado nada. Véase desde allá desde Francisco I. Madero, pasando por Ordaz, hasta este Nieto.
Ya parece que la negra historia en la que estamos subsumidos fuese a solucionarse con una jornada electoral satisfactoria. ¿Para quién?
Mientras la mafia – la grande – dispersa divisiones de soldados y policías de todo tipo por la república, la mafia – la maña – ya tiene halcones regados como semillero por todo el territorio en un país donde hasta los niños admiran el poder de matar, de mentir, de destruir. Donde arribar a un escaño político es la manera legal para enriquecerse; donde ser un capo traficante es el mejor ejemplo, la meta, de fraccionamientos y barriadas urbanas y rurales.
Su democracia se sostiene a costa de un servilismo e ignorancia rampantes, para legitimar a todas luces lo que es un claro Estado de Derecho fallido. Sus leyes manan, en esencia, de empresarios y mafiosos consortes con gobiernos peleles e irrisorios al mismo tiempo que han sido capaces de subastarnos en medio de la catástrofe necrófila – a lo Gore – que padecemos.
En este contexto. ¿Votar?… ¿Un cafecito?
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