Omar G. Nieves
En la universidad tuve la oportunidad de conocer a célebres personalidades de la política, la cultura, la academia y la abogacía. En esa esfera me tocó ver a Vicente Fox, Beatriz Paredes, Carlos Monsivaís, Adolfo Sánchez Vázquez, Luís Villoro, Aleida Guevara March – hija del Che Guevara y quien amablemente me concedió una breve entrevista –, así como a dos de los mandatarios más controvertidos que existen y que en mayo de 2004 estuvieron en Guadalajara durante la tercera Cumbre de América Latina, El Caribe y la Unión Europea – ALCUE –.
En la etapa previa los elementos de la Secretaría de Seguridad Pública Federal, y en general todas las corporaciones policiacas, formaron un cerco impenetrable en el centro histórico; un búnker de kilómetros de calles y avenidas que paradójicamente contrastaba con la belleza de los vetustos edificios de la catedral, el palacio de gobierno, el teatro Degollado y el Hospicio Cabañas.
Logramos acreditarnos de última hora. Por mi corta edad, temí ser rechazado. Afortunadamente el día de la entrevista escribí un artículo publicado en este periódico que me valió para entrar al Centro Internacional de Prensa, montado en las inmediaciones del Hospicio Cabañas. Ahí estaba el teacher López Dóriga y otras vacas sagradas de los medios de comunicación.
Por mi relación con cierto grupos de izquierda, que preparaban un acto excepcional donde se decía estarían Hugo Chávez y Fidel Castro, tuve la oportunidad de conocer a unos guardias del Estado Mayor Presidencial del primero, y al secretario de relaciones exteriores del segundo.
Con los venezolanos tuvimos un acercamiento más estrecho. Huérfano nos encomendó estar atentos con nuestros colegas, de quienes han provenido muchos atentados y delaciones para cometer crímenes de Estado. En un modesto hotel de La Perla Tapatía escuchamos con atención cómo se maneja la logística de seguridad para proteger a un gobernante, y cómo debíamos proceder en caso de que Hugo Chávez se presentara en el auditorio Salvador Allende, de la UdeG.
En la memoria grabo el entusiasmo que me embargó cuando escuché la historia del golpe de estado en Venezuela dos años antes de la ALCUE. También el día en que finalmente celebramos el “Acto de Solidaridad con Cuba y Venezuela” en el auditorio ante citado, y que por una indebida previsión de la concurrencia, no pudimos contar con la distinguida presencia del comandante Hugo Chávez Frías.
Ese día la gente se arremolinó a las afueras del centro universitario. Sumaban miles que no pudimos contar ni controlar. Su servidor tuvo que subirse a una mesa a las afueras de los tres auditorios – para entonces abarrotados – con el ánimo de calmar la tensión. Por poco y me quedo fuera; por poco y la rectoría nos cancela el evento.
De Nayarit contamos con la ayuda de Jorge Armando Ortiz y unos camaradas que contribuyeron en el apaciguamiento del local. José Luís Sánchez González presentó a los invitados: Felipe Pérez Roque, el secretario de economía de Venezuela, Evo Morales – entonces luchador social de Bolivia –, y un encumbrado funcionario de un país musulmán que no recuerdo.
Aquel episodio fue extraordinario, no tanto como cuando estuvo Salvador Allende, pero fue muy aleccionador. Fidel Castro logró contactarse vía telefónica con Pérez Roque y en ese momento puso el artefacto en el micrófono. Las loas y la euforia se desataron.
Al día siguiente nos tocaría conocer personalmente a Hugo Chávez y a Evo Morales. Fue, digamos, un encuentro muy simple, pero suficiente para saborearlo. Continuará…
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