AHUACATLÁN.- Un morral. Mochila al hombro, cachucha o sombrero. Lo más ligero posible para soportar de mejor manera el cansancio. Un bordón, alguna vara, o la clásica “burrita” de madera para sostenerse. Tenis o huaraches. Entre menos carga, mejor. Y allá van, paso a pasito; o “pian-pianito”, como dicen por ahí.
Son los peregrinos de Talpa. Hombres y mujeres, jóvenes, adultos y uno que otro niño. El clima esta vez parece ser más benévolo; aunque a veces el frio de la madrugada cala feo.
El entusiasmo es mucho, no obstante el sacrificio. Desplazarse a pie, de acuerdo a Albino Cosío – peregrino de hace muchos años – es toda una aventura. Hay que sortear todos los obstáculos que se van interponiendo en el trayecto.
La recompensa a este sufrimiento ocurre al llegar. Con solo mirar a la virgen de Talpa las dolencias cesan. Ese tierno rostro, sus manitas en señal de piedad, su preciosa vestimenta, hace que el cuerpo tiemble de emoción; más aún cuando se ha recibido algún favor.
De Ahuacatlán partieron ya tres expediciones distintas. El jueves a las 12 de la noche se ofició la misa del buen viaje. Habría qué aprovechar al máximo posible las horas de la noche. Es cuando se avanza mejor. Y entre plática y plática se llega en primera instancia a La Campana, donde los lugareños les ofrecen café y galletas.
Luego se continúa a Las Guásimas. La rica canela y el café que ahí les brinda la familia Machaín les sabe a gloria y, después de dos horas de trayecto caminando por el río Ameca, se arriba a la localidad de La Cofradía, donde se ofrece una misa y se pernocta.
En Los Copales, los mismos peregrinos son recibidos por decenas de niños quienes son recompensados con algunos dulces. De ahí se continúa hasta San Sebastián del Oeste, donde el gobierno municipal les brinda una comida.
Los peregrinos de Ahuacatlán llegan posteriormente a El Atajo. Y así, subiendo y bajando cerros, atravesando arroyos y aspirando el fresco aroma de los árboles, los feligreses llegan a la famosa Cruz de Romero, después de cuatro o cinco días de intensa caminata.
No son pocos los que realizan esta travesía. A pie, simplemente acuden no menos de 300 ahuacatlenses a visitar a la virgen de Talpa. Hacia allá se dirigen en estos momentos. Por eso la ciudad se ve un tanto desolada. Su “partida” ocasionó un decrecimiento en la actividad citadina. Ahuacatlán se ve en calma. Todo debido a este suceso, como ocurre cada año.
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