Estar fuera del terruño durante veinte días aunque se esté disfrutando con familiares, amigos y admirando lo que la madre naturaleza ofrece en cada espacio de terreno; además haciendo compras, pequeñas apuestas en casinos, degustando exquisitos platillos, Etc., llega el momento que se añora el terruño.
Añoraba las mañanas, cuando riego las plantas del balcón, ver el cerro de San Juan. Vislumbrar por el rumbo del Sangangüey asomarse el sol y luego cuando me dirijo a mi trabajo, este volcán dormido lo voy admirando por todo el trayecto, desde la U.A.N.; por la Av. Insurgentes, Allende, y demás calles desde donde se aprecia tan singular icono de nuestra ciudad, lo mismo al regresar.
A punto de oscurecer, el astro sol se ve ocultarse por el rumbo del San Juan. El cerro de la Cruz, también testigo milenario del acontecer de nuestro Tepic. Cuando esté por caducar mi estancia terrena, me gustaría admirar por última vez el Sangangüey. Aunque claro, dicen que Dios no cumple caprichos, es sólo un deseo.
Me gusta observar el Sangangüey desde cualquier punto. Cuando cursé la Secundaria en la Nocturna para Trabajadores, la maestra de Artística nos pidió hiciéramos un cuadro y compro el bastidor, pinturas y lo necesario para ese trabajo. Lo pinto y obtengo un ocho de calificación. Posteriormente a un compañero le pidieron lo mismo. Le presto “mi obra de arte” y recibió como calificación un diez. Esta pintura estuvo muchos años en la pared de mi casa, hasta que el tiempo hizo de las suyas. Elías Maldonado también es fans de este volcán tan especial.
Prolongada la ausencia, también se desea estrechar la mano de familiares y amigos, los vecinos, el trino de la aves que se posan sobre mis arbolitos de limas, guayabos y la benjamina que está en la banqueta y que mi Hijo Omar y yo lo plantamos.
A diario, únicamente por la mañana un singular pajarito al que nunca he visto, pero que emite un especial trino, mismo que lo imito silbando y entre esa intercomunicación, me da siempre los buenos días. Y qué decir de Homero y Ramona, perritos muy especiales en nuestra convivencia vecinal.
Una vez decididas nuestras vacaciones que serían en Coachella y Thousan California, y ya estando en el Aeropuerto Internacional Miguel Hidalgo de la ciudad de Guadalajara el domingo 26 de abril por la noche, antes de abordar el avión que nos conduciría a Ontario, California, los zancudos hacían de las suyas en nuestro cuerpo.
En la sala, los pasajeros que partiríamos a diferentes lugares, batallábamos con esos perniciosos y pequeños insectos. Los empleados revisaron nuestras reservaciones, pesaron y documentamos las maletas. Pasamos a otra sala y aun allí los mosquitos seguían importunando. Al fin nos dieron la indicación de abordar el avión y allí estaban los pinches insectos. Afortunadamente ya en pleno vuelo quizá por la altura estos molestos animalitos perecieron. El recorrido rumbo a Ontario con un tiempo de tres horas con quince minutos, fue tranquilo.
Y es que en nuestra dualidad, nuestra alma a veces se siente que no cabe en el cuerpo. El recuerdo de nuestro hijo Omar de quien continuamos sin saber nada, nos mantiene inquietos; Yo me siento como el judío errante de la Judea de Jala. Y es que “sólo quien carga el bulto, sabe lo que pesa”.
En Coachella, Thousan o Mil Palmas – como le dicen los paisanos – tenemos familiares que al igual que muchos, emigraron por situaciones e historias de familia que calan. Decidimos visitarlos y estar presentes con ellos el día de las madres, que en esta ocasión coincidió con las fechas de celebración Mexicana y de Estados Unidos y en esa forma, mi esposa se sintiera más apapachada por las parientes de esas localidades. Gran parte de ellas son madres.
Llegando a Ontario, como en todos los aeropuertos, migración revisa pasaportes y la visa. Hacen preguntas de rutina: cuantos días permaneceremos, domicilio de quienes nos soportaran durante nuestra estancia, etc., corroboran que fotografías y huellas digitales de los dedos de las manos coincidan con las que están en sus bases de datos, ponen sellos en los pasaporte y a recoger las maletas.
Pasamos con otra persona de migración. En esta ocasión por los ojos rasgados deduzco que es japonés. Nos hace las preguntas que sin duda al saber lo que los mexicanos acostumbramos llevar a los familiares: – ¿Traen tamales, quesos, carne, chorizo, – y en forma burlesca – y guamúchiles? Él y nosotros nos reímos. A todo respondimos negativamente. No se abrieron maletas y nos permitió el acceso al país.
Nuestra estancia fue muy agradable, conviviendo con nuestras gentes en lugares que la madre naturaleza nos regala; contrastes con el desierto, sobre todo en el área protegida por donde cruza la falla de San Andrés, altas, gruesas y milenarias palmeras, pequeños arroyos. No hay personas guías, solo trazados de caminos con indicaciones de no desviarse.
En esa área algo raro sentí, en la parte conocida como Plexo Solar, que se dice es el asiento de alma y que se encuentra entre el ombligo y el corazón, en la V de las costillas, pareciera como si se me adhiriera un imán. Aceleré el paso para salir del lugar hasta la explanada.
Al admirar el desierto con altas temperaturas, ventarrones, y la exposición a los animales venenosos que están es su hábitat, comprendo las penurias que pasan nuestros paisanos y los de otros países que tienen qué salir de sus lugares de origen, porque no se les da oportunidad de aportar sus habilidades y capacidades en áreas laborales.
Con paisanos que uno encuentra o convive hacen preguntas. Están bien informados sobre lo que en nuestro país pasa; sobre la inseguridad, la carencia de empleos, el atraso en que están sus lugares de origen pero sobre todo hablan de política y algunos. No comprenden por qué el PRI volvió al poder, y lo remarcan como reproche por haberlo permitido los que estamos en este lado. Simplemente respondo que sin duda, habría que estar aquí para entender mejor esta situación.
Y llegó el día del regreso, y nuevamente en el Aeropuerto de Ontario y como hace un año, vuelve la revisión a maletas de mano; las cosas que portamos en nuestra ropa y luego descalzos, nos hacen pasar a un pequeño especio como túnel. Ponemos los pies sobre unos dibujados en el piso, las manos entrelazas sobre la cabeza y de frente a unos rayos que quizás sean X o gama. Nos escanean, ¡Qué vergüenza!, creo que me miraron desde las anginas hasta la próstata.
Pero al fin en mi terruño a revisar periódico para conocer lo que pasó en nuestra ausencia, volantes de los partidos políticos y los candidatos que quieren representarnos en la cámara de diputados.
Esperaba que a mi regreso el conflicto del SUTSEM estuviera resuelto, pero nada. Tendré qué pedir la intervención del Papa Francisco, pues se dice que gracias a él, Obama y los Castro Ruz limaron asperezas. Sería pan comido con su intervención que Águeda y Roberto fumen la pipa de la paz; y claro, listo para la participación electoral el próximo día 7, que aunque no me convencen los candidatos que en su afán de obtener el voto, se están tirando hasta con la bacinica, en vez de ofrecer propuestas creíbles. escanio7@hotmail.com
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