Contaba alguna vez del infortunado contratiempo ocurrido en los alrededores de la clínica uno del seguro social luego de que algún trasnochado, con toda la habilidad del mundo sustrajo la batería de la Explorer mientras yo estaba apurado atendiendo una urgencia médica de mi esposa.
Es cierto, el suceso me produjo mucha impotencia, pues tampoco contaba con recursos para reponer la batería. Afortunadamente conté con la mano amiga del entonces diputado Luis Emilio González.
Sin embargo hay otra cosa que quiero destacar. Y es que, una vez con la batería nueva en mis manos – la cual por cierto adquirí en Auto Zone – se me presentó otro dilema: ¿Cómo colocarla si no tenía herramientas?
Omar, mi hijo, anduvo solicitando ayuda, siendo entonces que se encontró con un hombre mayor quien, con toda la voluntad del mundo, extrajo unas herramientas de su auto y él mismo instaló la batería. Así se solucionó definitivamente el asunto.
Lo anterior me hace recordar de una persona que falleció luego de una larga vida de amor y servicio. En el funeral, sus hijos se levantaron uno por uno a contar historias referentes a su padre y pronto pudo notarse un tema común: que su más singular y extraordinaria cualidad fue su voluntad para servir a otros, sin importar cuál fuera la necesidad.
Era uno de esos hombres siempre dispuestos a tener una mano, hacer un favor, algún trabajo peculiar, o simplemente ofrecer un transporte a alguien. Una de sus hijas mencionó que a dondequiera que se dirigía, llevaba consigo una caja de herramientas y un par de vestimentas de mecánico en el maletero del carro, “por si acaso alguien necesitaba alguna recuperación”.
Muchas veces, cuando escuchábamos la palabra “coraje” pensamos en actos heroicos en periodos de crisis. No obstante, en nuestra vida cotidiana, no debemos pasar por alto la valentía de simplemente estar ahí. Las vidas cambian cuando con fidelidad proveemos para nuestras familias, cuidamos de los ancianos o prestamos atención a un amigo en dificultad. Persistir en hacer de este mundo, un mejor lugar para vivir, es definitivamente una expresión de valor.
Un gran misionero, doctor y teólogo, fue una vez interrogado en una entrevista. Le pidieron que mencionara el nombre de una gran persona viva en la actualidad.
De inmediato respondió: “La persona más genial es aquél individuo incógnito que en este mismo instante ha acudido en amor a socorrer a otro”.
En la vida diaria todos podemos hacer algún servicio a los demás, sin embargo, no hay que esperar solo momentos muy especiales para servir a otros, pues a veces cuando menos lo esperamos, se nos presenta distintas oportunidades de tener la mano a alguien que nos necesita.
Sobre todo, hay que comenzar con la propia familia, porque hay personas que parecen “candiles de la calle y oscuridad de su propia casa”.
A las mamás, papás, cuánto bien podemos hacerles ayudándoles en sus diversas ocupaciones a los vecinos, a los compañeros y compañeras de trabajo y sobre todo entre hermanos.























Discussion about this post