Inicio esta columna agradeciendo a mis amigos y amigas sus amables comentarios respecto a algunos temas que este columnista ha realizado en este y otros importantes medios de comunicación y redes sociales.
Decía mi maestro José Muños Cota que: “La bondad es el cimiento de la palabra. Hablar bien es propio del hombre, porque la palabra es un signo distintivo en la naturaleza y, además, el recurso para comunicarse con sus semejantes y fincar los lazos de amistad, de simpatía, de comprensión y en suma de solidaridad”.
Los que nacimos en este para nosotros hermoso pueblo de Jala y nos formamos y educamos dentro de los valores cristianos, aclarando que algunos como yo no logramos asimilar esa “educación a profundidad”, como muchos que terminaron satisfactoriamente el seminario y se hicieron sacerdotes, otros decidieron emprender otras actividades intelectuales entregándose la mayor parte de su vida productiva al servicio de la educación.
Y se me viene a la mente mencionar a los sacerdotes de Jala activos todavía. Eduardo Rodríguez Pérez, José Ma. Chávez Carrillo, Manuel Cortez Ramón y por qué no mencionar a destacados ex seminaristas, como Juan Francisco Cambero, Rafael Villareal, Felipe López; grandes amigos estudiosos de la teología y filosofía cristiana, a quienes se le extraña al igual que a los sacerdotes Bernardo Becerra Gómez, Emanuel Olimón, que en paz descanse y a tantas generaciones pasadas y presentes que asistían a nuestra hermosa Basílica Lateranense de nuestra señora de la Asunción y que fueron y han sido testigos de las grandes romerías de miles de personas del interior del país y de nuestro estado que con frecuencia visitaban nuestro templo, no solo para ver a nuestra patrona la Santísima Virgen María, sino para agradecer a Los Santos Médicos los favores recibidos de los milagros realizados en cada una de las personas que clamaron a ellos y recibieron respuesta.
Así lo manifiestan los retablos que se encuentran al pie de la gran escultura de su altar, testimonio que podemos apreciar en el Museo de los Milagros hecho ex profeso para que la gente pueda apreciar con detalle.
En lo personal escribo esta nota como un homenaje a todos los médicos del mundo, a los médicos de mi patria que han entregado su vida en esta lucha que está librando la humanidad en contra del terrible virus COVID-19 que vino a cambiar nuestra manera de vivir, nuestra manera de ser.
El templo de Jala se encuentra cerrado desde el mes de marzo. Los Santos Médicos están ahí escuchando las plegarias el llanto, el dolor, viendo el sufrimiento y dándonos esperanzas. Es maravilloso leer cada uno de los retablos porque ahí está el testimonio del poder de Dios.
Tomando en cuenta esos sencillos agradecimientos, escribo un discurso edificante al respecto realizado por el filosofo Soren Kierkegaard que dice así: “En tiempos de profunda aflicción, cuando se cimbran los cimientos de la misma existencia, cuando el cuerpo se estremece de temor ante la espera de lo que podría suceder, cuando toda explicación resulta vana ante la violenta conmoción, cuando el corazón del hombre gime de desesperación y con amargura en el alma clama al cielo, es entonces cuando Job permanece al lado del género humano y nos asegura que hay una victoria, que cuando hayamos perdido la batalla sigue habiendo un Dios que, al igual que con toda tentación humana…hará que podamos soportar el sufrimiento”.
Que esta nota sea una invitación a nuestros lectores para que cuando pase todo esto, vengan a Jala, lleguen al templo y no solo aprecien su belleza. La invitación es para que se pongan en contacto con Los Santos Médicos en un acto fervoroso, sincero, amoroso y lleno de fe y pidan los milagros que deseen, porque como dijo mi maestro Muños Cota: “La palabra es conducta de vida, no abanderada en derrota”, es aliento, fe y esperanza.
La palabra es puente de gozos espirituales, de alegría vital. No es maestra de blasfemias o de lamentaciones, sino de bienaventuranzas, fuente de regocijos de vida eterna.
Finalizo. “Yahvé, Dios mío clamé a Ti y me sanaste” (Salmo 30-3)
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