
Una máscara grotesca, bordón de madera y sarape de estambre. Un pantalón corto de manta y camisa del mismo material. Con su clásica atonía, el popular “Bartolo” era uno de los personajes que más gracia causaba. Una veces sentado, otras ocasiones acostado; pero siempre haciendo gala de su profunda pereza.
En la década de los 60`s este personaje era caracterizado por don Salvador Romero, quien era padre de Jero y de María, de Félix y de Lidia, de Toño y de Chava, de Benito y de Galdino, así como de Lupe y de Ana, la más pequeña de la familia.
Eran tiempos de suma pasividad en Ahuacatlán. Las vetustas callejuelas se alumbraban apenas con pequeños faroles o focos “normales”. En las esquinas aun se apreciaban aquellos famosos “estantes” – o hidrantes – por donde brotaba esa sabrosa agua de los manantiales de “Las Vigas”, similar a la “Atotonilco”.
Don Salvador Romero, con bastantes semanas de anticipación, antes de que iniciara el mes de diciembre, se pasaba horas y horas ensayando su guión… el guión que le daba vida a “Bartolo”; pero lo mismo hacía “Cuatromilpas” – menos conocido como José González – quien interpretaba el papel de “El Condenado”.
Don Layo Zavalza – hijo de la popular Doro – caracterizaba al Capitán Primero, mientas que el Capitán Segundo era representado por Don Bartolo Ruelas. A Juan “Birrias” le correspondía hacer el papel de “Tentación”, en tanto que Magdaleno “N” interpretaba a El Ermitaño.
Y en efecto, se está hablando de aquellas famosas PASTORELAS que durante muchos años llevaron a escena conocidos personajes de Ahuacatlán, como los que se han citado con anterioridad. Desde a mediados de diciembre y hasta a mediados de enero este grupo de actores se desplazaban diariamente a los distintos sitios de la ciudad.
El frió clima no impedía que la gente acudiera ya sea a la Pila de El Salto o a la Pila de la Presa – donde hoy se ubica el Monumento a Juárez – o a otros puntos de los Barrios de el Chiquilichi o la Otra Banda a efecto de presenciar la Pastorela.
“Que hermosos los montes / ¡Que bella es la aurora El sol los alumbra/Albricias, albricias/Ya vino José/ Vamósle pidiendo /Que sea nuestra fe -. Los cánticos se podían escuchar a varias cuadras a la redonda.
¡Más de 50 actores!; residentes todos de Ahuacatlán. Y entre las personas anteriormente mencionadas se recuerdan también a Don Chicho Flores, así como a Don Chilo Lepe, quien interpretaba a la perfección el papel de “El Ranchero”. Pero también hay que agregar a esta lista a Don Petrolino Cuevas el cual caracterizaba a “El Diablo Mayor”.
Don Lupe “El Herrero”, actuaba como “Luzbel”, mientras que Canino Alvarado la hacía de “Pastor”. “Gila” era personificada por Mónica Fregoso.
Estos eran algunos de los personajes de aquellas Pastorelas de los 60’s según nos lo contó alguna vez el “Cuatromilpas”, fallecido hace alrededor de cuatro años. “De las profundas cavernas he salido renegando / Chispas, rayos y centellas he venido derramando…
Muchas veces llevaron su arte a otras localidades, como a Jala y a Méxpan, lo mismo que a Ixtlán y casi a todas las comunidades aledañas.
Al término de la obra y como para atenuar un poco el frió, pero en compensación también a su arte, se les ofrecía una cena ya sea a base de pozole o de tamales, tostadas y buñuelos, además de otros antojitos.
Don Salvador Romero, con el paso del tiempo se convirtió en ensayista. Durante muchos años fue, por así decirlo el director de escena. Luego surgirían otros promotores y defensores de las tradiciones de Ahuacatlán, como lo es el señor Onofre Inda, quien a finales de los 90’s revivió estas costumbres que hoy se encuentran ya en el olvido.
Lamentablemente así es. Las famosas Pastorelas de Ahuacatlán han ido desapareciendo paulatinamente.; y no hay nadie quien intente rescatarlas.
Hay que recordar que esta es una trama que data de mediados del siglo XVI caracterizada por los enfrentamientos de personajes que representan a los ángeles y demonios; es decir la pugna bien entre el bien y el mal.
Pero no solo en Ahuacatlán, sino en muchas otras partes se ha dejado de escenificar a Las Pastorelas; y en donde aún perduran, desgraciadamente se ha distorsionado su esencia religiosa que es evangelizar a los no creyentes, pero han ganado en critica entretenimiento gracias a que conserva esa identidad, relacionada con la disputa entre el bien y el mal.
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