Homenaje a los hombres y mujeres que forjaron la tierra con sus manos.
AHUACATLÁN.
Con el entusiasmo de siempre y el corazón lleno de gratitud, la familia ejidal de Ahuacatlán celebró este martes un aniversario más de su fundación. Ochenta y siete años de historia, de lucha y de trabajo honrado, recordando a quienes alguna vez alzaron la voz y el arado para conquistar un pedazo de tierra.
En la memoria colectiva estuvieron nombres que aún resuenan con respeto: don Matías Jacobo, Juan Hernández y Albino Cosío, este último, primer Comisariado Ejidal. Todos ellos, pioneros ya fallecidos, pero presentes en el recuerdo de hijos, nietos y vecinos que se dieron cita para rendirles homenaje.
El ambiente fue cálido, festivo, profundamente humano. En las mesas no faltó la birria, el arroz y las aguas frescas, incluida aquella “de a cuartito”, de tono ambarino, que tantos evocan con cariño.

Bajo un sol esplendoroso, los rostros curtidos, las manos endurecidas y los sombreros de palma contaron por sí mismos la historia del campo. Hombres y mujeres de surco, de jornadas largas, de sueños sembrados entre surcos y cosechas. Gente recia, forjada en la tierra, como don Martín Hernández, hijo de don Juan, de la Defensa Rural.
El festejo culminó entre risas, anécdotas y música. Una banda musical puso el toque alegre a la tarde, mientras las generaciones más jóvenes miraban con orgullo a quienes les heredaron no solo parcelas, sino una forma de vida: la del esfuerzo, la unión y el amor por el ejido.
Porque en Ahuacatlán, cada aniversario no solo se celebra: se honra la raíz, la historia y la dignidad del campo.
























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