Todo el tiempo hemos compartido la idea de que se permita la reelección inmediata de alcaldes, pensando no solo en que de esa manera se le daría continuidad a los proyectos de una administración de corto tiempo, sino que se profesionalizaría el servicio de los presidentes en el ejercicio de su mandato. La posibilidad de que un alcalde prolongue su gobierno, además, quedaría a expensas de que la ciudadanía lo apruebe.
No obstante, y pensándolo bien, antes de que eso suceda debería desmitificarse la figura presidencial, toda vez que ésta no es la máxima autoridad en un municipio, y aún en tiempos modernos, existe un amplio sector de la población – incluyendo a funcionarios, políticos y comunicadores – que la tiene en un pedestal.
En el caso de Jala, por ejemplo, mucha gente cree que en las elecciones pasadas el Ayuntamiento lo ganó el PAN, y hasta en una entrevista que le hice a Miguel González el 21 de julio de 2008, el entonces candidato electo y ahora presidente municipal se ostentaba diciendo que aquella comuna la había ganado su partido, cuando sabemos que la mayoría de regidurías fueron para el PRI.
Antes, con el doctor Juan José Jacobo Solís, tuvimos un problema por esta misma obsesión que adquieren los alcaldes cuando asumen el poder. Resulta que el presidente del PRI quería que en todas las notas informativas relacionadas con las obras públicas del Ayuntamiento se le diera el crédito a él, cuando casi siempre son los subalternos u otros funcionarios los que realizan el trabajo. Desde entonces preferimos – particularmente hablando – no escribir nada de la administración pública que encabezaba.
Una muestra más del envanecimiento en que caen los presidentes cuando están en su mandato lo acabamos de ver en los informes de gobierno pasado. Todos pregonaron sus logros – que realmente pueden ser loables – con bombo y platillo, como si nos hubieran hecho un gran favor. ¡Si para eso están, para trabajar! Por eso les tenemos que recordar a cada rato – y en lo personal nos gusta hacerlo – quienes son, de dónde sale el dinero de sus sueldos y con los que hacen obra pública; aunque frecuentemente se enojan, nos contestan mal las llamadas, o simplemente se escondan.
Una muestra más que nos gustaría exponer es lo que sucede con el edil de Ixtlán del Río, con Héctor Javier Sánchez Fletes, quien, por cierto, puede lograr hasta vetarnos en nuestros propio medio. El caso es que haciendo un recuento de los boletines que emite la Oficina de Comunicación Social, no encontramos ninguno en el que no se alabe o mencione su nombre. En las fotografías y videos – muy bien tomados –, el culto a la personalidad nunca falta.
Es por todo esto que consideramos que no se puede aprobar la reelección, si no se lleva a cabo previamente una campaña para la desmitificación de la figura presidencial.
Y para los que aún creen en las primeras damas o primeros ediles, permítanme recordarles que desde hace mucho el pueblo dejó de ser de segunda para ser el soberano de sí mismo. El pueblo pues, se puede gobernar a sí solo, pensar lo contrario es antediluviano y troglodita.
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