El cuatro de abril de los corrientes la magistrada Edith Alarcón declaró la quiebra de la largamente asentada Mexicana de Aviación, aerolínea que detuvo sus vuelos a finales de agosto de 2010 debido al concurso mercantil que inició el Consejo de Administración por el cúmulo de obligaciones financieras con sus acreedores.
Las razones que culminaron en la quiebra de Mexicana son engorrosos, y aunque pareciera que no tiene nada que ver con la vaticinada quiebra de los gobiernos municipales, sí la tiene.
Para empezar la empresa tenía un exceso de personal que tenía que ser removido. Quedaron fuera 8 mil trabajadores, empleados que realizaban funciones importantes pero que resultaron prescindibles. Y lo que funciona sin agregados está demás. En los Ayuntamientos igualmente hay servidores públicos que no realizan una actividad relevante. Se les llama «aviadores», como los de Mexicana, pero con sueldos más exorbitantes.
En segundo lugar, cuando la aerolínea operaba principalmente bajo la tutela del Estado, se inició una descomposición moral de los líderes sindicales que, como suele ocurrir, presionaban para que a cambio de sueldos más altos, se alienaran a los intereses políticos del gobierno en turno. Por lo menos, en el caso de las comunas, estas componendas se pagan con el silencio, con la apacibilidad de los burócratas.
Pero además, cuando Mexicana pasó nuevamente a manos de particulares – como empresa privada -, éstos no hicieron un buen manejo de los empréstitos, dejándolos irresponsablemente que se incrementarán a causa de los intereses. Más que eso, ¡Casi ni hubo inversiones! El dinero, entre los que se contaba un fondo que se hizo con descuentos de los trabajadores, aparentemente los malversó Gastón Azcárraga Andrade, ex presidente de la compañía y quien ayer pidió asilo a los Estados Unidos donde pretende evadir las órdenes de aprehensión que pesan en su contra.
Con un montón de «aviadores», con las corruptelas y complicidades entre gobierno y líderes sindicales, con las deudas y la falta de inversión que se pueden hacer con esos empréstitos, no tardará mucho en que les “corten las alas” a las presidencias municipales, se declaren en quiebra y esto termine en un colapso social; una naufragio aéreo del que pocos se pueden salvar.
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