Dos minutos para ti
La primera mitad de nuestra vida nos la estropean nuestros padres; la segunda nuestros hijos. (Clarence S. Darrow).
Flor de Loto
El sólo hecho de pensar que dos hombres pueden contraer matrimonio y que pueden adoptar niños, me lleva a escribir este artículo y me pregunto: ¿Quién será la mamá?, ¿Puede un macho sustituir la ternura, el calor y el perfume natural de la mujer, cuando ésta es madre?
Para mí es una terrible incógnita. Aunque no debiera ser tan terrible ya que debido a la violencia intrafamiliar existente, es muy común ver que ante la falta de procuración de justicia y la impunidad, cualquier marido borracho puede arrojar a la esposa fuera del hogar y él se queda viviendo con los hijos e hijas,
¿En qué clase de país vivimos?, ¿Es una tierra sin ley?, ¿Qué clase de relación sana puede haber entre una hija y su padre que arrojó violentamente a la madre de ésta fuera del hogar?, ¿Por qué la ley no protege a las mujeres que son madres?
Este terrible drama lo viven a diario miles de madres mexicanas. Lo que me ocupa hoy es hablar de una relación que marca profundamente la vida de hombres y mujeres, es la que se desarrolla con la mamá; particularmente en las hijas deja una huella imborrable. No importa cuántos años tenga esa madre o esa hija, la relación mantiene su poder, influencia y complejidad.
La unión entre ellas, cambiante progresiva, resulta fundamental para la esencia de cualquier mujer. Y es también, para muchas mujeres adultas, la relación más difícil: abandono, amor, maltrato, motivación, descuido o trauma son solo parte de ese lazo indisoluble, eterno; para toda la vida. Hay algunas hijas que piensan que al casarse y se vayan de la casa, se terminaron los problemas con la mamá.
Pues no es así. Si una hija tiene contacto o no, con su madre, se esconda y no responda a sus llamadas, internamente la lleva a todos lados y para toda la vida. Muchas veces la lleva en la cara porque es su viva imagen, sus gestos, su forma de pararse, de reír, hasta de reaccionar en sus malos ratos.
Habrá momentos en los que este vínculo mágico resurge, incluso cuando parecía que el resentimiento y la distancia habían ganado terreno. Igual estará presente cuando la hija tenga a su primer bebé y acepte que la madre forma parte de su vida nuevamente. O en la vida de una mujer mayor, que entiende que los regalos de mamá significaban amor y no otra cosa; esas veces que le hacía su ensalada favorita, le planchaba su blusa o le guardaba la nata de la leche.
¿Y qué tal cuando madre e hija logran desaparecer la brecha generacional y disfrutan de un día de compras? Las mentiras y las iras, las frustraciones y el auténtico amor que las madres y las hijas comparten, dan lugar a emociones complejas, variadas y cambiantes que hay que explorar para descubrir a las mujeres que somos.
Toda mujer es una hija, pero no todas somos madres porque la naturaleza no las dotó para dar vida, pero sí para ser excelentes hijas; por lo tanto es la relación madre-hija la que por naturaleza debe dar vida.
Esta relación trae también consigo todo lo que una mujer necesita para sanar su corazón y su alma. Nadie como una madre para escucharte sin juzgar, protegerte de tu inexperiencia; es tal vez el amor más verdadero. Realmente en ningún otro lado encontrarás lo que necesitas para conseguir la independencia, éxito, vitalidad y plenitud sexual que deseas como mujer. Por lo mismo, es muy importante curar las heridas con tu madre; pasar del malestar, a la reconciliación; de los antiguos rencores, a la nueva amistad; del odio y enojo, al amor, comprensión y respeto; quien sabe si hoy sea el último día de vida para alguna de las dos.
Revisar la relación con la madre no es asunto fácil, pues no nos permitimos pensar mal de quien nos dio la vida. La represión es mayúscula. Sin embargo, interiormente puedes saber si llegó el momento de hacer las paces; incluso, aunque tu madre esté muerta.
Pregunta a tu corazón, ¿Guardo algún resentimiento contra mi madre porque fue muy dura conmigo, nada cariñosa y llegó a ser cruel? Algunas veces hemos pensado que había otras mamás mejores que la mía?; Crees que la frase hiriente que le acabas de decir, puede ser la última antes de que muera y luego te retorcerás en remordimiento?
El primer paso en la sanación de esta relación para toda la vida, es entender que tu madre tan solo es humana frágil, imperfecta; que hizo lo que creyó que era mejor en ese momento; quizá con una infancia infeliz, con carencias emocionales y económicas. Así que perdónala, suelta el resentimiento y aprende a amarla como es. Regálate la oportunidad de ser libre, fuerte y crecer espiritualmente con ella.
Discussion about this post