Existen muchas formas de manipulación, la mayoría de ellas tan sutiles y habituales que difícilmente las percibimos y aun así nos vemos envueltos en ellas.
Por ejemplo; la ejercida por la industria textil globalizada y las tendencias de la moda que nos orillan a usar telas, modelos, colores y cortes que no son los de mejor calidad, ni los más cómodos, ecológicos, durables o favorables para la complexión mexicana. Pronto, la búsqueda de tienda en tienda concluye en el descubrimiento de la espantosa epidemia donde todos venden lo mismo.
La manipulación ética está a cargo del sistema económico mundial que asqueroso y retorcido no permite el enriquecimiento ni acceso a las satisfacciones básicas humanas a pesar del trabajo extenuante, los innumerables sacrificios, los estudios o esfuerzos emprendidos, claro, al menos que se robe, secuestre, traicione o asesine como muchos lo han hecho ante su cometido.
Sin embargo camina convencida, siempre a prisa la sociedad adolescentizada en pos de las mercancías en boga, del imperdible ritual festivo dictado en el calendario. Con actitud bipolar; entre eufóricos y tristes, con fluctuación emocional al ritmo de la especulación propagada en las redes sociales, el noticiero y por los especialistas. Montados en su propio teatro de la “vida real” con su maquillaje barato y joyería de fantasía: made in China, o con lo que alcanzó a fiarles la tarjeta de crédito antes de estar sobregirada. Eso sí, con celular en mano, automóvil a la puerta de casa y gafas piratas.
Los adultos; embutidos en ropas juveniles de cortes estrechos en los que nunca caben, con estampados infantiles, de estilo retro o “vintage”, reviviendo los 80’s como manda Televisa, mientras los niños visten como mayores en colores sobrios y “estilo casual” reflejando la pérdida de la creatividad para vivir… los adultos seducidos recurrentemente por el permiso de pensar y actuar como jóvenes, hacen comprensible que los niños hayan perdido el respeto a los adultos a causa de no conocer a muchos, mientras los adolescentes se vuelven amigos de copa, antro o jaripeo de sus padres que visten, actúan y hablan como jóvenes tardíos.
También está la imberbe y obstinada idea de “ser diferente a los demás”; la cual no se consigue a través de la ropa, posesiones o títulos profesionales ya que esta singularidad radica en el ADN y huellas digitales.
Nos han adolescentizado todo, no sólo la forma de vestir y lo han hecho muy bien, ¿cómo lo podemos saber? a través de los altos índices de alcoholismo en jóvenes pero sobre todo en adultos, en las ganancias millonarias registradas por el consumo de drogas legales e ilegales, por el aumento en los casos de embarazo adolescente, la tasa interminable de sucesión entre divorcio y matrimonio para “actualizarse”; la obesidad infantil y adulta, la prevalencia de suicidios, por mencionar algunos. Dichos síntomas sociales adolescentes coinciden en la falta de asertividad en las relaciones, para la toma de decisiones y el establecimiento de límites, inestabilidad o dependencia emocional, poca tolerancia a la frustración y la retrograda creencia de atribuir la responsabilidad de la propia vida a “alguien” más.
Puede que sea desagradable escuchar sobre este tipo de modas mentales y conductuales que permean todo nuestro contexto vital, pero es fatal que ya nadie quiera llegar a viejo y ser sabio, a recibir respeto de otros por sus logros y esfuerzo realizado a mano limpia, son pocos los que quieren aprender e ir por más. El sedentarismo ha inmovilizado mucho más que los intestinos, las piernas y la circulación… el cerebro también ha renunciado a la posibilidad del movimiento y expansión.
Si aceptamos la idea de que así son las cosas y no hay nada que hacer, entonces, nos han ganado todo.
Esta no es una película de ficción, por ello mi propósito e invitación es a modificar lo pertinente aunque duela y aunque cueste; amistades, vanidad y “tradiciones”… es mantener presente el ADN y huella digital que a priori y desde la conciencia nos excluye de la manipulación humana adolecida.
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