Era un lunes, como hoy, con el valor de un peso de aquel entonces, cuando El Regional apareció con 8 páginas impresas en algunos estantes de las tiendas, y en las manos de un par de voceadores que lo ofrecían como un periódico exclusivo de la zona sur.
Eran los tiempos de Salinas de Gortari, de Celso H. Delgado, y de Ezequiel Parra Altamirano en Ixtlán del Río. Éste último fue quien había comenzado el registro de la marca “Multimedios del Pacífico S.A. de C.V.”, editora de este periódico con rotativas y oficinas ubicadas en la calle Fresno número 256, de la otrora moderna colonia El Pinar.
Fue en esa gran finca, con amplios jardines, caballerizas y salas de redacción y cómputo, en donde Ezequiel, todavía en el ejercicio de sus funciones como presidente, planeaba continuar su trabajo una vez que dejara la administración pública. En tanto, quedó al frente de todo el doctor Juan Manuel Ávalos Salinas, primer director general del incipiente medio.
Faltaban 8 días para mi cumpleaños número 11. Mi maestro del quinto año de primaria era el profesor Ricardo Guardado. Y mi papá estaba a punto de ser despedido de la panadería dónde trabajaba; situación que ulteriormente terminó llevándolo —no sin pocas vicisitudes— a buscar empleo al año siguiente en El Regional.
Las primeras notas era hechas con la pluma exquisita del propio Ezequiel. Usando para ello diversos seudónimos de los que se valía para ocultar posibles conflictos de interés. Otros era de personas que realmente no ubico o desconozco. Lo cierto es que detrás de la gustada sección deportiva, estaba el experimentado Alfredo “El Fello” Ramírez Rivera, a quien aún me tocó conocer cuando comencé a acompañar a aquellas que para mí, eran unas paradisiacas oficinas con departamentos y máquinas jamás vistas por gente alguna.
Ahí conocí las primeras computadoras y a sus correspondientes operadoras: Ana, Paty y Esmeralda. Unas verdaderas capturistas y diseñadoras que escribían a la velocidad del pensamiento. Como un búho con los ojos entrecerrados, y para colmo enclaustrado en un cuarto oscuro, evoco a Miguel, quien se hacía cargo de la fotocomposición y el impreso.
Los primeros ejemplares dieron cuenta de las múltiples, y ahora históricas, obras que se hacían en los cuatro municipios sureños, sus costos y beneficios. Registran gráficamente las victorias y derrotas de los torneos de fútbol y otros deportes de aquella época. En las fotos aparecen figuras que ahora ya no están con nosotros, y quienes quedan apenas se pueden reconocer.
Es conmovedor ver los rostros de niños que hogaño son padres, y de padres que ahora son abuelos, y de abuelos que ya murieron plasmados en las celebraciones que resaltaban a página entera en la Sección de Sociales. Por otra parte, resulta trágico, verdaderamente trágico, observar las contraportadas en la Sección Policíaca con los cuerpos mutilados, y las descripciones explícitas de delincuentes y narcotraficantes. Porque en aquel entonces no se temía a nada. El trabajo periodístico era más libertario en su contenido policíaco.
No ocurría lo mismo, empero, con las política. En este rubro El Regional formaba parte del sistema mediático tradicional. Aquel que operaba a favor de quien ostentaba el poder, y golpeaba a sus adversarios. Aunque —debo señalar por las lecturas de los millares de ejemplares que conservo—, que también siempre se les abrió la puerta a los disientes y opositores.
A los 28 años de distancia de aquel lunes 1º de marzo de 1993, más allá del agradecimiento necesario, quiero compartir mi preocupación por el resguardo histórico de la hemeroteca que me dejó mi papá. Creo que pronto debo concretar la digitalización de miles de ejemplares para la memoria histórica de los cronistas que vayan surgiendo. Siento la responsabilidad de hacerlo, pero los tiempos que conllevan —ahora lo entiendo mejor— el dirigir un periódico, me han impedido continuar con la peliaguda tarea de honrar a aquellos que fueron, que son y serán parte de este importante medio de comunicación.
Discussion about this post