
Felicidades a las santas figuras de blanco
En el año de 1989, en el Centro Médico de Occidente del Seguro Social, de Guadalajara Jalisco, donde tras estudios clínicos fui intervenido quirúrgicamente de la columna vertebral, y la posterior recuperación, estuve hospitalizado durante algunos días.
Postrados sobre tres camas: el joven José Luis, don Agustín el anciano y yo con mi somnolencia motivada por la anestesia y los medicamentos, compartíamos el cuarto del hospital. Vagamente percibía las figuras de blanco que con palabras a veces de aliento, el mimo como a pequeños niños, a veces, tan sólo sentía el pinchazo en mi brazo obligándome a semi abrir los ojos y eran ellas, las figuras de blanco.
A través de la enorme ventana en un piso tan elevado, sentíamos la cercanía del cielo. Éste, empezó a formar sus nubes cual brumas también blancas, se acercaban lentamente y pensé: “De un momento a otro, todo ese cúmulo de blanco se introducirá en nuestro cuarto y se fusionarán con las angelicales figuras de blanco que en nuestro derredor deambulan y nos trasladarán en cuna de algodón al cielo, a la presencia del Creador”.
Se acabarían los gritos lastimeros que surgían de otros cuartos. La incertidumbre de José Luis que pese a su poca edad, yace sobre su cama con sus miembros inertes y don Agustín, que sobrevive con su cáncer adormilado con somníferos y sedantes, alternando con leves quejidos; de lo que ocurría en nuestro derredor él no tiene conciencia; y yo, todo somnoliento, me urgía abrir los ojos y conocer a Elías; a Moisés y a Jesús de quien soy admirador.
Y mi único temor es que el índice del gran Señor me señale otro camino, no el de estar a su lado, pues mi deambular terreno no ha sido del todo cristiano, y lo merezco por pecador. Y satisfecho mi gran anhelo al conocer a tan grandes señores, aceptaré su santa voluntad que tanta oportunidad me dio de reflexionar y cambiar.
De pronto, las nubes blancas ennegrecieron, se vistieron como de luto, como para un fúnebre cortejo. “Vienen por nosotros”, me dije; y mi somnolencia desaparecía y toda la madeja en mi cerebro se esclarece y logro volver a la realidad.
Todo se transformó en una refrescante lluvia y al joven José Luis que el calor lo agobiaba, su organismo se mostraba reconfortante. Don Agustín dormía artificialmente. Del rotar del mundo estaba ignorante y yo ya plenamente consciente del bregar de los profesionales de la salud; de dolencias, llantos, lamentos de quienes estábamos en ese hospital era testigo.
Las figuras, Santas figuras deambulan con pasos lentos o a veces con mucha prisa llevando en sus manos y sin duda, musitando oraciones para que se hagan presentes los milagros y los enfermos recuperen la salud. Así son los Ángeles de blancos, santas figuras de blanco.
En 1931 se instituyó en México el día de la enfermera a sugerencia del Dr. José Villagrana, quien fuera Director del Hospital Juárez en la ciudad de México y quien consideró que las enfermeras eran un regalo de los Reyes Magos para los enfermos.
Mi agradecimiento a estas Santas figuras de blanco de quien a través de mi larga existencia he recibido un titipuchal de atenciones. ¡FELIZ DIA DE LA ENFERMERA Y EL ENFERMERO!
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