Omar G. Nieves
Con la era del internet se ha transformado la sociedad, y tal vez como consecuencia de esta herramienta de comunicación esté surgiendo una nueva. Al menos, la comunidad cibernética ya existe.
La pregunta es qué tanto hemos cambiado, ha sido bueno o malo, y cuánto tiempo durará este proceso.
Determinar el grado de evolución que estamos experimentando con el internet puede ser ocioso. No sabemos. Pero lo que sí podemos notar son algunos rasgos positivos y negativos.
La información discurre a caudales, en cuestión de poco tiempo se puede obtener cualquier dato histórico, filosófico, científico, noticioso, o hasta banal, perteneciente todo al mundo sensible; es decir, aquel donde hay percepción directa de las cosas, y el que no pertenece al mundo virtual. Esto conlleva la asequibilidad del conocimiento, que considero favorable.
En otros tiempos para tener la información o para poder comunicarnos requeríamos un desplazamiento físico incuantificable; hoy basta con un ordenador o aparato con señal telefónica para poder tenerlo todo. Antes Mahoma iba a la montaña, hoy la montaña va a Mahoma.
Pero – ese inoportuno y fastidioso “pero” –, así como circula lo limpio, circula lo sucio; así como encontramos lo cierto, encontramos lo falso; así como Juana, así Chana; el ángel y el demonio confluyen en la red. Ya depende de cada quien lo que escoge.
El internet seduce a cualquiera, y a muchos logra aprehender. Es como una telaraña que todos los usuarios vamos tejiendo, y en donde muchos quedan atrapados, atrapados en la red. Liberarse no será cosa fácil.
Lo peor es cuando alguien se deja embaucar por un falso perfil, o bien, por un bajo perfil; pues han de saber, mis avezados almirantes de la navegación, que muchos cibernautas esconden la cara para sentir la libertad que no tienen en su vida real. Otros, que como ya dije forman parte de las mentiras que inundan la red, por dolo o ignorancia influyen en los criterios de los demás.
La pregunta de despedida que dejo en el aire es: ¿Quién vive más atrapado en la red, el vicioso haragán que se mosquea en el círculo interminable de la distracción banal, o el que se deja embaucar por los distractores inciertos de los bajos perfiles? Mi respuesta es ambos. TU DECIDES.
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