Un jueves familiar lleno de aromas, historia y participación comunitaria.
ZONA SUR.
El olor a antojitos, a tejuinos y aguas frescas se mezcló con el aroma de los cocteles de fruta, los dulces y los cacahuates. Fue jueves, pero no un jueves cualquiera. Un jueves familiar, de esos que juntan sonrisas, pasos apurados y miradas curiosas. Y así arrancó el tradicional desfile de la Revolución, en su CXV aniversario, en el sur.
Ciento quince años del inicio de esa gesta que marcó a México. Una lucha que costó miles de vidas. Una lucha por la justicia, por la igualdad… por un país más digno.
El sol acompañó. El clima se portó bien. Y entre ambos vistieron de fiesta este evento que, de manera simultánea, tuvo lugar en Ahuacatlán, Jala, Ixtlán del Río, Compostela y San Pedro Lagunillas.
Muchos asistieron por esparcimiento; otros, por respeto. Y muchos más, simplemente, por convivir en familia.
“Mira, mami… ¡la chivita!”, dijo una pequeñita que veía el desfile desde los hombros de su papá, en Ahuacatlán. “Ah, esa es la herencia de la seño Julia”, respondió el hombre, con un tono cálido y casi nostálgico. Y fue entonces cuando, bajo los portales, tronó un grito que recordó el motivo de la celebración: “¡Viva la Revolución!”
Los desfiles de este jueves —en Ahuacatlán, Jala, Ixtlán del Río, Compostela y San Pedro Lagunillas— fueron multitudinarios. Las damas lucieron faldas largas de gran vuelo, trenzas con moños tricolores y arracadas que brillaban al sol.

Los hombres, con pantalón y camisa de manta, sombrero de pico alto y escopetas o rifles de utilería, caminaron con gallardía, reviviendo a los personajes de la historia.
Hubo tablas rítmicas, pirámides humanas y escenas que recordaron los oficios de antaño y de hogaño, ese México que ya no está, pero que vive en la memoria colectiva.
Una celebración viva. Colorida. Arraigada. Y lo mejor: Dejó saldo blanco en todo el sur.
























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