“Su hijo está muy bien. Está en terapia intensiva”, recuerdo que me dijo el doctor Navarrete, del área de Nefrología del Centro Médico de Occidente. Yo me encontraba en el quinto piso, recuperándome de la operación. Unas lágrimas brotaron por mis ojos al saber que el trasplante de riñón había resultado exitoso y que Omar evolucionaba satisfactoriamente con su nuevo órgano.
Rememoro aquellos difíciles días y nuevamente siento la humedad en mis ojos. Mi corazón se agita, se comprime al traer a mi memoria todos los sufrimientos, angustias y desequilibrios de la familia, producto de la insuficiencia renal de mi hijo mayor… sus sesiones de hemodiálisis, los desajustes en su presión arterial, en su glucosa.
A su lado aprendí numerosos términos muy comunes entre los nefrópatas: creatinina y urea, sodio y potasio, hemoglobina, defensas bajas, eritropoyetina, heparina, y en fin.
Me di cuenta también de la importancia que reviste saber manejar las dietas sugeridas por los doctores. Evitar alimentos tales como el jitomate, el plátano, dosificar las raciones de proteína, ingerir la mínima cantidad de líquidos; suministrar medicamentos vitales como el metoprolol, losartán, prednisona, furosemida, cardispan, hierro, etcétera.
Omar, luego de permanecer casi un mes en terapia intensiva, pudo regresar a casa para enclaustrarse en un cuarto extremadamente higiénico y bajo un tratamiento especial de por vida a base de inmunosupresores.
La etapa posterior al trasplante fue también muy difícil y siempre permanecimos con el temor al rechazo de su riñón; pero ya han transcurrido cinco años más nueve meses y afortunadamente Omar realiza una vida, digamos normal gracias a los doctores que han cuidado su salud
Hoy la familia se encuentra de nuevo en una situación similar, pero al igual que con Omar, ciframos nuestras esperanzas en los doctores. Volvimos otra vez a las máquinas de hemodiálisis, a ir y venir de Ahuacatlán a Tepic y viceversa tres veces por semana.
… Y viene a colación lo anterior para externar nuestro aprecio y reconocimiento a esos hombres de bata blanca que vemos en los hospitales y en las clínicas o consultorios particulares; es decir a los médicos, esos seres que velan por nuestra salud y que hoy estuvieron de plácemes al celebrar su día. ¡Mi felicitación sincera a todos!
Mi agradecimiento y reconocimiento a quienes han estado detrás de Omar, de mi esposa y de toda la familia aplicando su experiencia y sabiduría en las enfermedades que nos aquejan; a la doctora Judith Corona y al doctor Víctor Franco, a la doctora González y al doctor Vera Peralta de la clínica uno del seguro social, a la doctora Quiñones y a la doctora Quiroz de la UMMA, a los doctores Navarrete y Andrade quienes se encargaron del protocolo del trasplante de Omar en el Centro Médico de Occidente, lo mismo que a los doctores Sandoval y Valdespino, responsables directos de la operación; el primero de ellos extrayendo mi riñón derecho, y el segundo implantándolo en el cuerpo de mi hijo.
No puedo dejar de mencionar desde luego a los médicos familiares, al doctor Víctor Cervantes y a Toño Ruiz, a Jaudiel González y al doctor Plascencia, a Manolo Andalón y Pedro Sánchez, a Everardo Sánchez y a Oscar Martínez… En fin, a todos aquellos galenos que de una u otra forma han contribuido a la salud de la familia.
El blanco impecable que siempre llevan puesto, los hace ver como lo que realmente son: ángeles que salvan personas de sus enfermedades.
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