Risas, abrazos y recuerdos que parecen no tener fecha de caducidad.
FRANCISCO JAVIER NIEVES AGUILAR
Corría la tercera semana de agosto y fue cuando sentí que micorazón latía más rápido de lo normal. 15 de agosto para ser exactos. Ese día acordamos reencontranos los compañeros de la generación de Turismo 1976-1981.
¡Qué emoción! Y no fue cualquier reunión: logramos reunir a una buena cantidad de compañeros, algunos que no veía desde hace más de cuatro décadas.
El punto de encuentro era claro: nuestra escuela, la que nos vio aprender, crecer y soñar. La cita: 12 del mediodía, y el “uniforme” simbólico: pantalón azul y blusa, playera o camisa blanca. Yo llegué justo cinco minutos antes, acompañado de mi amigo y paisano, Saúl Robles, con la emoción a flor de piel.

Poco a poco fueron llegando los demás. Cada abrazo, cada apretón de manos, era un viaje en el tiempo. ¡Qué gusto volver a ver a Lupe Esquivel y Ana Tejeda, a quienes no veía desde hacía 44 años! A otros los había ido encontrando de vez en cuando, pero aquel momento, todos juntos, era único.
No pudimos dejar de tomarnos la foto del recuerdo, con esa mezcla de nostalgia y alegría que solo los viejos amigos pueden entender. Nos acompañaron la Rectora Norma Galván y la actual directora de nuestra Unidad Académica, quienes compartieron nuestra emoción y nos contaron cómo la escuela y la universidad han cambiado tanto.

Y vaya que ha cambiado: aquel edificio que nos preparó profesionalmente ya no estaba; en su lugar, un moderno edificionos sorprendió. Los pasillos se veían diferentes, pero el alma de nuestra escuela seguía viva en cada rincón.
Después de tanta emoción, nos fuimos a disfrutar de una deliciosa comida, cerca de La Loma, donde entre risas, anécdotas y bromas de siempre, revivimos momentos que parecían dormidos en la memoria. Y, por supuesto, no faltó la promesa de no dejar pasar tanto tiempo para volver a encontrarnos.
Ese día nos recordó algo muy simple, pero muy valioso: los lazos que se construyen con los amigos de juventud son eternos.
La nostalgia se mezcló con la alegría, las risas con los recuerdos, y quedamos todos con el corazón lleno, esperando el próximo abrazo.
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