Andrés Montero Flores
“…Y retiemble en su centro la tierra, al sonoro rugir del cañón”, canta la letra del Himno Nacional Mexicano, escrito por Bocanegra; un significado que exalta los valores nacionalistas del mexicano, que, en ciertos aspectos, se entiende sagrado ya que indica el símbolo musical más adelante: “por el dedo de Dios escribió”… “al grito de guerra” y “de la paz el arcángel divino”, ó “un soldado en cada hijo te dio”.
Es apropiada la ocasión para reflexionar sobre el bicentenario que ya inicia, junto a la creciente presencia pacificadora de las Naciones Unidas, cuyo primer propósito es:
“Mantener la paz y la seguridad internacionales, y con tal fin: tomar medidas colectivas eficaces para prevenir y eliminar amenazas a la paz, y para suprimir actos de agresión y otros quebrantamientos de la paz; y lograr por medios pacíficos, y de conformidad con los principios de la justicia y del derecho internacional, el ajuste o arreglo de controversias o situaciones internacionales susceptibles de conducir al quebrantamientos de la paz”.
En el Bicentenario deberíamos recordar entonces que debemos persuadirnos a la no violencia, pues los pacifistas saben que “la guerra como la paz se originan en la mentes de los hombres, y por eso, los verdaderos baluartes de la paz deben nacer de la mente de los hombres”.
El Nacionalismo gesta la guerra, el patriotismo no; ya que el primero se limita a defender el trozo de nación delimitada por sus costas y fronteras y; el segundo, comprende la verdadera patria, es decir, toda la tierra, en el sentido más amplio de la palabra. Una evolución acorde a la esperada convivencia de una eventual ciudadanía global promovida por la ONU.
No embalde, el lema escrito en el edificio de la ONU reza: “Y tendrán que batir sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en podaderas, no se levantará nación contra nación, ni aprenderán más la guerra” (Isaías 2:2-4).
Einstein, quien era un pacifista, alguna vez señaló que “las guerras son el sarampión de los hombres” y que “la adolescencia es una enfermedad que se cura con el tiempo; no dejes que el niño que fuiste se avergüence del hombre que eres”, concluyen otros.
El Bicentenario debería motivarnos a la construcción pacífica no sólo del entorno nacional, sino mundial; impulsarnos a cultivar la buena voluntad entre los pueblos. Esta sería la mejor perspectiva de galardonar al verdadero patriota de México, pues también Benito Juárez supo que “contra la Patria, nunca tendremos razón”.
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