Guillermo Sánchez Lizárraga
Fue de 1993 a 1995 cuando se desarrolla la etapa fuerte de construcción de esta importante vía de comunicación que acercó a dos capitales. Por un lado Guadalajara, Jalisco; y por el otro, Tepic, Nayarit.
Como ixtlenses nos favoreció esta magna obra, ya que nos permite trasladarnos con mayor rapidez, seguridad y comodidad.
Tuve la fortuna de laborar para la empresa de Ingenieros Civiles Asociados –“ICA”, como la conocimos comúnmente–. Ellos montaron una casa portable en la parte superior del conocido balneario “La Sidra”.
Allí se llevaban a cabo las entrevistas. Quien me dio la referencia del trabajo fue Alfredo Ibarra, que para ese tiempo ya laboraba en la empresa como chofer del Ingeniero Bravo, encargado del tramo Plan de Barrancas-Ixtlán.
Solicité el empleo como conductor de camioneta de doble rodado. La prueba de manejo me la hizo Belisario Domínguez — imposible olvidar su nombre por ser homónimo de un héroe nacional–.
Una vez contratado, fui asignado para trabajar en “Terracerías” como chofer del sobrestante Antonio Gatica Rendón, quien tuvo como asistentes o “cabos” a Porfirio Pérez Mozo y Don Fortino –cuyo apellido no recuerdo–. Cada uno de ellos manejaba una cuadrilla de operadores de maquinaria pesada.
Para la terracería se utilizaron buldozers –maquina que sirve para sacar, remover o distribuir tierra–, cargadores, retroexcavadoras, camiones de volteo al por mayor, rentados y de la propia compañía.
Fue necesaria la creación de un banco de materiales en dirección a Ranchos de Arriba, a un lado de la misma autopista para almacenar el material excedente
de los cortes como los cerros o para compensar al llevar a cabo terraplenes.
El equipo de topógrafos iba adelante, guiando al equipo de terracería en el avance de la obra. Hubo partes como el tramo de Ixtlán hasta San José de Gracia donde se removieron miles de toneladas y en otros de relleno, al terraplenar la pendiente desde el puente de Rosa Blanca hasta bajar a los campos de cultivo de Jala.
Fueron dos años intensos de trabajo. Se laboró con dos turnos; de 7 am a 3 pm; y de 3 pm a 11 pm. Existía un autobús que trasladaba el personal a sus estaciones de trabajo. Su punto de partida fue el edificio que fuera terminal de los extintos autobuses de pasaje Tres Estrellas de Oro.
En uno de los cortes, muchos de los trabajadores se empezaron a quejar con molestias en la vista y tuvieron que acudir a las clínicas del seguro para removerles partículas de los ojos de este material oscuro y vidrioso que es la obsidiana y encontrado en gran cantidad en ese lugar frente a la zona arqueológica de Los Toriles. De este material proviene el nombre de “Ixtlán”, del Náhuatl “Lugar donde abunda la obsidiana”.
Hubo muchas anécdotas; como cuando algún operador se desaparecía, se corría el rumor de que se había encontrado dinero enterrado.
También muchos hablaron acerca del avistamiento de OVNIS por el rumbo de El Pando y en la laguna de Sta. María del Oro, a lo que muchos, al escuchar esas versiones, les decían que “de cual fumaron”.
Otros también hablaban de ruidos extraños y salían espantados de algunos lugares.
Hubo descubrimientos muy interesantes por los estudios efectuados por la arqueóloga Gabriela Zepeda y su equipo. Posteriormente se realizó un Coloquio que se llamó “Ixtlán, Viento del Sur”, y fue llevado a cabo el 11 y 12 de Mayo de 1995, donde se brindó mucha información a la comunidad sobre los trabajos realizados.
Dentro del grupo de checadores de materiales trabajaba Luis Mora, quien desde entonces le gustaba mucho cantar. Algunos lo apodaron “El Chalinillo” porque le gustaba el estilo de Chalino, muy de moda en ese tiempo.
Con los años me encontré a Chalinillo de nuevo acá por Las Vegas y actualmente ya es reconocido en el ambiente musical con el nombre artístico de “El Compa de Nayarit”.
Hubo situaciones inolvidables, como el soportar tremendas tormentas al pie del volcán “El Ceboruco”. También el disfrutar de comer todo tipo de frutas silvestres como pitahayas, tunas, guamúchiles, guayabas etc.
Otras como cuando irónicamente, estábamos trabajando en el entronque en pleno apogeo de las fiestas patrias, solo observando las luces y los cohetes e imaginándonos como estaría el ambiente en la plaza principal.
La economía tuvo un repunte pocas veces visto. Los trabajadores cobrábamos el salario en la central de Jala, donde se ubicaron las oficinas generales, los talleres de reparación de maquinaria, la gasolinera que abastecía a toda la maquinaria en movimiento.
El sábado llegaban los vehículos blindados con el dinero listo para pagar a los cientos de trabajadores que allí hacíamos fila y después de ello, todo mundo se veía súper feliz.
Recuerdo una frase que era muy popular entre la raza y decían: “Hoy es viernes social, mañana sabadito lindo y el domingo es familiar”.
Habría muchas cosas más qué hablar en este relato donde aun hay muchas historias y anécdotas que contar.
La dinámica y el progreso de nuestro pueblo sigue adelante: Por eso, afirmo que estas obras nos hacen creer que los sueños sí son posibles.
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