El caballo rojo con su jinete empuñando la espada regresa a nuestro territorio. Vuelve al mundo. El corcel pálido de la pandemia nos dejó miles de muertos. ¿Cuántos dejará éste?
Desde finales de año pasado hubo un atisbo en el un cambio en la estrategia de seguridad que acogió el presidente López Obrador de profesar “abrazos en lugar de balazos” como una fórmula de Estado para poner énfasis en las condiciones de vida que hacen que los pobres, sobre todo los pobres, empuñen el fusil o salgan a las calles para ser atrapados por el crimen organizado.
Este giro lo vimos cuando el 17 de diciembre el Cártel Jalisco Nueva Generación secuestró al coronel José Isidro Grimaldo Muñoz. Poco antes otro grupo criminal asesinó al coordinador de la Guardia Nacional en Zacatecas José Silvestre Urzúa.
A esto se suma el asesinato esta tarde del comandante coronel Juan José Moreno Orzua, en Ecuinapa, Sinaloa, muy cerca de Acaponeta, junto con 4 de sus escoltas. Ese comandante por cierto adscrito al 43 Batallón de Infantería son sede en Tepic.
No escapa tampoco la fuga de varios presos en el penal de Ciudad Juarez el primero de enero, y que dejó la muerte de 17 muertos; y de derivado de esto se diera el enfrentamiento esta mañana con el líder de esta motín, Ernesto Piñón de la Cruz “El Neto”, quien murió desangrado en los separos de la Fiscalía.
Sólo en este jueves 5 de enero han muerto —según el parte oficial— 10 miembros de seguridad pública en Sinaloa. Pero evidentemente el recuento puede llegar a más, sin considerar las bajas que sufrieron los criminales. Igualmente se reportan 29 heridos, 8 de los cuales son civiles. En secuestro de 250 vehículos y 19 bloqueos en carreteras.
Esta noche Culiacán, Mazatlán y otros municipios de Sinaloa son zona de guerra. Las calles luces desiertas. A mediodía hubo quien se atrevió a saquear tiendas departamentales, que todo se controló rápidamente más por los propios grupos armados del Cártel de Sinaloa que por las autoridades estatales.
Por su parte el gobernador anunció que mañana todo volvería a la normalidad. Que la gente podría salir de sus casas y que no pensaba pedir refuerzos a la federación para controlas la inseguridad en sus estado. ¿Qué significa esto?
Si se considera que el detenido, Ovidio Guzmán López ya está en el penal de máxima seguridad del Atiplano, y que Joe Biden acaba de aceptar aterrizar en su avión Air Force One en el aeropuerto Felipe Ángeles (Santa Lucía) en lugar de hacerlo en el aeropuerto de la Ciudad de México como hasta ayer por la noche lo estaban anunciando, tenemos que la captura del capto, uno de los líderes de Los Chapitos, obedece más bien a una estrategia de seguridad impuesta, que a la voluntad del presidente que usar al Ejército en contra de los grupos criminales.
Lo anterior conlleva un salto que podría traer un derramamiento de sangre mayúsculo, toda vez que se dejó de hacer en 5 años las pesquisas y el control de civilidad que había entre el gobierno y el narcotráfico, algo que muchos analistas habían señalado, como el propio Porfirio Muñoz Ledo, quien denunció “un pacto del Estado con el crimen organizado”.
De continuar por este camino, el escenario político se vuelve confuso y convulso. ¿Cómo reaccionarán los diferentes grupos delincuenciales? ¿Quién ganará el apoyo de la sociedad civil de cara a las elecciones del 2024? ¿Qué papel jugarán los Estados Unidos frente a un reto que les fijó México al minimizar su poderío frente a otra potencia a la que se alineó nuestro país, como lo es Rusia?
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