Omar G. Nieves
Enero es el mes en que se ajustan las grandes operaciones fiscales y financieras. En este mes es cuando usualmente se estrena un nuevo prontuario fiscal, y cuando el gobierno federal modifica algunos precios que repercuten en toda la economía mexicana.
El sábado pasado aumentó el precio de la gasolina y el diesel; previsible, como siempre, pero no por ello aceptable. No se puede aceptar que México siga siendo un país con una producción enorme de crudo, y que por falta de refinerías tengamos que pagar los combustibles a un precio muy alto. Nos queda claro que desde hace tiempo Pemex se dirige hacia su colapso, para luego tener una razón más para su privatización.
Así pasó con Telmex, en 1990, cuando Carlos Slim ganó la subasta pública y se apoderó de la compañía de teléfonos. Hoy la fortuna del magnate mexicano asciende a 74 mil 500 millones de dólares, una riqueza que ni siquiera se justifica desde la óptica de un sistema capitalista, no se diga del comunismo.
La colación del tema no sólo es pertinente por el gasolinazo – ¿Años atrás sería telefonazo? –, sino porque en los últimos años el grupo neoliberal que en su tiempo encabezó Carlos Salinas pretende regresar al escenario político con nuevas fórmulas para “salvar” al sistema de su debacle financiera.
Lo quieren hacer convenciéndonos de que es posible mejorar el capitalismo con programas sociales que amparen, de “manera universal”, a todos los ciudadanos. Pretenden sustituir las dádivas focalizadas que hasta hoy benefician a los más depauperados, por ayudas a grupos o sectores que tengan un proyecto productivo. Esto es lo mismo que en Nayarit se ha hecho: becas universales y apoyos para proyectos productivos.
Como toda acción debe tener un sustento moral que la califique, y de preferencia que tenga una explicación científica, los neoliberales han hecho una revisión a la teoría evolutiva de Darwin, llegando al punto de decir que han encontrado una nueva concepción de lo que es la naturaleza humana; una en la que el individuo siempre busca su interés personal y la de su estirpe, una en la que, claro está, habrá ciudadanos de primera, de segunda y de tercera, puesto que – dicen – no se puede romper este esquema de jerarquías.
Estos grupos reaccionarios no preparan un asalto en nuestro país, llevan tiempo organizándose para hacerlo a nivel mundial. Los que concuerdan con ellos aquí abajo, en el ámbito local, lo único que hacen es poner en práctica sus ideas; ya por iniciativa propia, ya como mandato de sus jefes.
Salinas reaparece, pues, junto con diego Fernández de Ceballos. Juntos otra vez. Se les une un hombre que, como el jefe Diego, sabe hablar, Molinar Horcasitas. Del que hablaremos en otra ocasión.
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