Además de contar historias y anécdotas de suyo interesantes, como es de la aparición de duendes en el parador turístico El Ceboruco; o como de la culebra de 6 cabezas que alguna vez dice miró don Inés Bonilla, cocina unos tacos muy deliciosos y asimismo prepara una salsita sencilla, ¡pero tan rica!.
Hace alrededor de 6 años nos apersonamos varios amigos ahí en ese parador. Compramos carne para asar, queso para quesadillas, refrescos, bebidas amargosas, tortillas de con Elías Jaime, botanas y en fin…
La idea era convivir, despejar el estrés, ahí fuera del bullicio de la ciudad. Creo que fue ya casi al finalizar el año cuando nos reunimos ahí en el Parador varios amigos, entre ellos mis entrañables Güicho y Jau.
Total. Mientras uno de ellos asaba la carne, yo me acerqué a don Inés, quien se encontraba a 10 metros de nosotros, donde colocó una hornilla, obviamente rústica. Junto algunos trozos de leña, les prendió fuego y después arrojó a las brazas unos tacos de frijoles y de huevo.
Antes de que la lumbre se apagara miré que ponía una olla de peltre, con mucho tizne afuera y notoriamente sucia. Luego, con una navaja picó jitomate en trozos no tan pequeños, le echó cebolla, chile verde y cilantro; ¡Ah! Y un poco de sal.
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Mis amigos, mientras tanto, encajaban el diente a la carne, la cual por cierto parecía muy jugosa y parecían disfrutar mucho ese bocadillo. “¡Órale Poli!, vente; de esto no hay diario”, recuerdo que me dijo Güicho…
Yo solamente lo escuché, porque justo en ese mismo instante don Inés me ofreció un taco de frijoles, calentado pues a las brazas. “Échale salsita”, me dijo. Le tomé la palabra y me dije a mí mismo: ¡Qué tacos y qué salsa tan sabrosa!.
Se me hicieron tan ricos que ni siquiera me dio pena pedirle “otro taquito”. Yo creo que me zampé como 6 tacos, dándome cuenta que aquella salsita fue la que le dio ese “toque” tan delicioso. “Se llama salsa galleta”, me explicó don Inés.
A partir de ahí y una vez que conocí la receta, yo mismo me hago mi “salsa galleta”. No es nada difícil; al contrario, es fácil y rápida: Elijo 4 ó 5 jitomates rojos y macizos, los pico en cuadritos; media cebolla también picada, dos chiles verdes, unas ramas de cilantro, algo de sal. Todo eso lo vierto en una ollita —preferentemente de barro— ¡Y a la lumbre!, pero a fuego lento, porque los alimentos salen mucho mejor si se cocinan con la llama bajita.
Es igual que la llamada “salsa huevona”; pero esta no va cruda. Se tiene que cocer para que suelte el juguito. ¡Se van a chupar los dedos!, ¡Me cai si no!; y si alguien les pregunta quien les pasó la receta, les dicen que Nieves y que se llama “Salsa de Galleta”.
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