Si me siento, me duele; si me levanto, me duele. Si me acuesto la cosa resulta peor y si me incorporo después de acostarme ¡Uh! ¡Para qué les cuento!… la mayoría de las veces tengo que arrastrarme para poder poner los pies en el piso, preferentemente con la boca hacia abajo para no sentir tanto dolor; poco a poquito, moviendo un pie primero y luego el otro.
Una vez que logro mantenerme en pie, el dolor va desapareciendo y no tengo tanta dificultad para caminar. El problema inicia al sentarme o al acostarme; lo mismo que al pararme; y en verdad ¡Cómo duele!
Este padecimiento empezó el pasado viernes, justo cuando grabábamos algunas escenas de la cascada de El Salto, en Jomulco. Todo marchaba a la perfección, pero las ocurrencias de este “viejillo” que se la da de periodista fueron contraproducentes.
Después de haber captado imágenes de diversos ángulos, llegó el momento de grabar bajo la cascada, con esa enorme caída de agua golpeando mi cuerpo.
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Fui escalando el caminito hasta llegar a las piedras lamosas. Una semana antes había hecho lo mismo. Así es que, con seguridad de mí mismo, brinqué de una roca a otra mientras los chorros buscaban su cauce bajo mis pies.
En una de esas, ¡Zaz!, que me resbalo. Sentí que mi mundo se acababa, Caí hacia atrás golpeándome fuertemente el coxis. Afortunadamente y sin saber cómo le hice —por instinto o qué se yo—, pero no me golpeé la cabeza. Pensé, eso sí, que terminaría hasta abajo dando de tumbos lo cual hubiera resultado desastroso. Mínimo una o dos fracturas.
César, mi hijo, estaba notoriamente asustado y luego supe que aventó el equipo para tratar de detener mi inminente caída, tres metros abajo; sin embargo otra piedra detuvo.
No supe cómo logré incorporarme. “¿Está bien?…está bien?”, inquiría el Cesarín. Le dije que sí, que no se preocupara; sin embargo era fuerte mi dolor, pero creo supe disimularlo muy bien
De ahí en adelante traté de hacerme el valiente y continuamos platicando como si nada. ¡Eterno se me hizo el regreso! Le pedí a César que él manejara argumentando que yo estaba empapado e igualmente le dije que me iría en el asiento trasero porque ahí estaban las toallas.
Desde ese momento inició mi martirio. Cada tumbo me torturaba y a partir de ahí me he mantenido con ungüentos, pomadas, analgésicos, hielo, etc.; pero el dolor del coxis no cesa. Si estoy sentado, me duele, si estoy acostado, me duele; si me levanto estando sentado o acostado el dolor es peor, ¿Qué hago?
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