No es mi interés sumar estas líneas al caos ni al enorme zumbido en torno a la epidemia que transcurre en estos días. Pero sí considero un deber elemental pensar y sentir en medio de una debacle que pretende arrastrarnos a todos por igual.
Al hombre posmoderno se le preparó para sufrir lo indecible, física, mental y moralmente… además de padecer una intoxicación lingüística.
Al hombre moderno se le vino preparando durante décadas con una autentica batería de valores tales como el arrojo, la competitividad, eficacia, empuje, agresión, etc., que terminó en el estrepitoso fracaso de las guerras mundiales y sus secuelas colaterales de dictaduras subdesarrolladas. Al hombre postmoderno se le prepara con el horror, el miedo, la falsedad empedernida, el caos, para sufrir lo indecible del terror en lo físico mental y moral. Uno de los mecanismos, que no es el único, es la intoxicación lingüística que ya se nota. Se le llama “pandemia” a lo que más bien es una modesta epidemia si lo comparamos a escala universal, que es como se ha venido presentando. ¿Una pandemia que cuando llegue a 1 millón de decesos será el 0.006 % en la población mundial? ¿La fatalidad apocalíptica del fin del mundo cuando la vida humana representa tan solo el 0.01% del total de la vida en el planeta?
Solo por hablar de una histórica enfermedad, la fiebre amarilla se llevó de tajo un tercio de la población aproximadamente y nadie la llamó pandemia sino peste. Y qué decir de la viruela y el escorbuto en el mundo prehispánico… ahí se le llamó, política y maquinalmente: La Conquista. Un genocidio en realidad, donde pereció el 81.82 % de los habitantes originarios. Es decir 9 millones de vidas humanas.
Desde luego que no minimizo los infectados ni la potencial letalidad del virus, que tampoco es deseable. Yo mismo puedo morir. No es un dilema de estilo Shakesperiano entre “creer o no creer” ni un acto de fe o contrición. El virus está. Lo que hago es poner de relieve los factores que inducen por un lado y asumen por el otro, trenzándose en una suerte de nudo gordiano.
Se le llama “nueva normalidad” al deseo prefabricado de retornar al estatu quo que produjo precisamente la relación con el virus. Y ya de por sí es grave que las cuarentenas se impongan por razones políticas y se levanten por razones económicas y no por motivos de salud. Se pretende regresar… a la escuela, por ejemplo. No se acepta que el semestre, el año, se han perdido, mucho menos que los sistemas escolarizados, públicos o de paga, sean obsoletos no solo en México sino en todo el mundo. A las grandes firmas y gobiernos no les interesa tanto el tópico de la educación sino que más bien les duele que una generación de trabajadores especializados alrededor del mundo (maestros, doctores, ingenieros, licenciados etc.) y a su disposición se retrase para laborar. ¿A qué se retorna a la escuela? ¿Con qué bagaje se evaluará al alumnado… con calabazas de Halloween o altares de muerto? ¿A qué se regresa… a seguir domesticando generaciones y generaciones de mansos obreros con pedigrí que ignoran la conciencia de clase? ¿A qué se regresa a la escuela donde se aprende a leer… las ofertas del marketing; donde se aprende a escribir… la firma de los pagarés para endrogarse por una bagatela desechable; donde se aprenden las cuentas… la aritmética de suma y resta para un profesional debe y haber?
Es grave que se impongan las cuarentenas por razones políticas y se levanten por razones económicas, y no de salud.
Al comienzo de la intoxicación se hablaba de “cepa” indistintamente. Una cepa no es otra cosa que una muestra. Cuando se habla de cepas es porque hay una manipulación en condiciones óptimas: un laboratorio, un instrumental etc. La secuencia de este virus resultó bien particular: la cepa primero “brinca” (muta) del murciégalo, de la serpiente, del pangolín etc. al ser humano y le denominan tipo S; luego la segunda semana de marzo aproximadamente vuelve a mutar en un nuevo fenotipo que denominaron L, más agresivo. Tanto la mutación, demasiado rápida, ni siquiera 120 días, como la agresividad carecen de coherencia pues según la mayoría de los epidemiólogos consultados un virus muta a mejor, es decir que disminuye su agresividad (por adaptación) y para saltar de manera natural requiere de un proceso mínimo de décadas de años en evolución. Eso se puede entender hasta por sentido común. ¿Qué ocurrió entonces? ¿Un “feliz” accidente que se salió de control? Tengamos en claro y presente que el ortocoronabirinae en tanto SARS-COV-2 tiene (o tuvo en su momento) una patente del instituto Pirbrigth cuya solicitud data del año 2015 y fue concedida en 2018 para tratar “una forma atenuada de coronavirus para animales de granja”. Porque bajo este sistema todo se patenta para enriquecerse, hasta la mierda si así les parece.
Para ilustrar brevemente el accidente hablemos de isótopos, por ejemplo el uranio 235 (U235), trabajado, enriquecido, que también se le estudió y se le manipuló bajo condiciones de laboratorio; no estalló precisamente por radiación espontánea en Hiroshima y Nagasaki. El U235 no existe en forma espontánea en la naturaleza (existe el U238 no fisionable y el físico lo sabe bien)… así como a la cepa del COVID 19 no le salieron patas para escapar del laboratorio y empezar su misión de contagio y exterminio a nivel global. No. Hay que tenerlo bien claro. Hay responsables políticos más allá de los gobiernos y ellos son criminales de lesa humanidad porque han cometido otro crimen más contra todos los pueblos del mundo con tal de apuntalar su sistema que está colapsando.
¿”Feliz” accidente que se salió de control?
Admitir que uno y otro país tienen la culpa es dar consenso y pie de guerra. Las responsables son las políticas y quienes las asumen. Los países son banderas o pretextos para masacrarse.
Fracturar la cohesión social hasta la médula subconsciente es uno de los fines (y no enseñanza) que vino aparejándose con el virus. ¿En qué contexto aparece? Aparece ante las cada vez más consecutivas marchas y protestas a nivel mundial, aparece ante la intencionada manera de organizarse e intentar autogobernarse. Ya era peligroso el ejemplo que estaban dando las mujeres a escala mundial. Ya era inevitable el llamamiento a la anarquía política.
Se rompe la cohesión social justo cuando aumentaban las marchas y protestas a nivel mundial.
La epidemia SARS CoV-2 no es la primera ni la única ni la última contingencia. Ya padecíamos el cáncer en todas sus formas y escalas posibles, la diabetes hasta de grado infantil… el azote de la adicción a las drogas que lava el dinero de las grandes corporaciones en el mercado y es sustento de la economía global; la mafia político internacional con su terrorismo de estado; y no olvidemos que se prepara la 5G con sus graves secuelas también para la salud; los conflictos por el agua… así como no hay que perder de vista que no han cesado los desaparecidos, entre ellos más de 200 mujeres solamente en México. Y un 36% de aumento en la violencia conyugal, según “Le Figaro”. Que el envenenamiento de los manantiales y pozos por parte de las mineras e hidroeléctricas continúa, paralelo al asesinato de ambientalistas que ya suman una veintena; solo los zapatistas denuncian una decena (La Jornada), todos cubiertos bajo el manto mediático de la cuarentena. Brutal. Hay que tener claro que ni se reforestan los bosques, ni recuperan su espacio las especies en peligro de extinción con una simplona cuarentena mundial, como han insinuado algunos románticos medios que rayan en la tontería. No se ha detenido el robo en grande, es decir el saqueo, ni el tráfico en ningún lado. La demanda de pornografía infantil devino en aumento, así como han seguido muriendo por el virus del hambre, la indigencia latinoamericana en medio de este sálvese quien pueda; y entre el ébola, el SIDA y los patrocinadores de guerras intestinas cuyo fin es extraer diamantes, los niños del África.
Ya sabíamos que el espectáculo de masas no son necesarios a la humanidad.
Ya sabíamos que los estados invierten más capital en los presupuestos militares que en los de salud, y que esto pasa en todo el mundo salvo muy contadas excepciones. Ya sabíamos que el sistema sanitario estaba colapsado, pero ver a los hospitales convertidos en una auténtica zona de guerra donde se violenta al personal médico, dentro y fuera, en la calle, en el domicilio, y llegar a enterarnos del bloqueo interno a la ayuda internacional, presentar el recurso jurídico del amparo para detener las conferencias informativas, es un cínico colmo que sólo se pudo padecer aquí.
Los sistemas estuvieron rebasados desde que el primer filtro sanitario lo ejecutaron policías y militares empistolados y no personal médico. La fuerza de los estados, ignorantes de la vida útil de un cubrebocas o de que puede provocar hipoxia en niños menores, personas asmáticas, ancianos etc. Pasó por el homicidio de Giovani y otras brutales represiones… por si alguien dudaba que todavía estuviéramos padeciendo una variante de estado fascista.
Ya sabíamos que el deportista de alto rendimiento sea de atletismo o de futbol, de natación u otras disciplinas; que el patriciado de la farándula, actores, edecanes, modelos y misses, no son necesarios a la humanidad a pesar de que sí hayan sido funcionales como símbolos de identificación con la sociedad del absurdo que pretende arrastrarnos a la muerte en masa con su feliz accidente.
Ya sabíamos que el turismo era un frágil espejismo. Y lo demostraron gobiernos de todo nivel, en todos lados, para dar abrigo a un genuino desprecio por los propios inmigrantes. A final de cuentas ya lo habíamos mencionado también, el turista liberal no es otro más que un migrante de su propio hastío, típico y cotidiano.
Ya sabíamos que vivíamos en un hacinamiento masivo: las colonias, los barrios, las vecindades, las favelas, los edificios, aunque fuese de hoteles cinco estrellas o fraccionamientos privados, orbitando de la casa al trabajo yugular impuesto como una rutina de por vida para enriquecer hasta el absurdo a los señores del dinero. Solo que ahora el imperativo “¡quédate en casa!”, se hizo éticamente feroz para el individuo contingente, hasta la deshumanización que ya estaba preparada junto con el repudio a las masas y el asco por las aglomeraciones.
En consecuencia el virus y la epidemia no traen enseñanzas nuevas. Razonar en tal manera es asumir como propia la crueldad de la pedagogía opresora.
Ahora puede verse cómo asoman el rostro las verdaderas dictaduras: el presidente Putin decretando “vacaciones obligatorias”. Algo insólito en la democracia postsoviética, y cualquiera en general. El presidente Trump señalando a Maduro de narcoterrorismo para desviar la atención pública de su país con respecto a las graves deficiencias sanitarias y los homicidios supremacistas ejecutados con mayor saña a negros y a hispanos; más preocupado por el precio del petróleo que por los seres humanos que habitan su país. Nuestros diputados por un lado promocionando abiertamente, sin anonimato alguno, la donación de su fastuoso salario (solo el de un mes, cabe aclarar su rotaria filantropía estilo Bill) abriendo comedores, gestionando como un favor humanitario más despensas para nuestro pueblo hambriento y seguramente manco… es decir haciendo leña del árbol caído para apuntalar sus carreras políticas. Citan con pedante nostalgia de izquierda o derecha instituida (a según el revés de la moneda). “La revolución permanente” de León Trotsky para practicar la campaña permanente de Carlos Salinas y seguir reeligiéndose para otros cargos en lo oscurito, a la sombra de las epidemias; porque claro, tienen derecho y les asiste la ley.
Hasta cualquier presidentito municipal que ignorante del instrumento que tiene en sus manos, la investidura, ensaya un ebrio nepotismo amenazando a la población con un práctico toque de queda a discreción basado en un par de comunicados y artículos del cual, claro, quedan exceptos sus compadres VIP. Como si suspendiendo las garantías individuales y uniéndose de comparsa al paternalismo sanitario que impera, el que “determina qué enfermedades no debe tolerar la sociedad”, y eso fuera a servir de vacuna social. Encerrando jóvenes deportistas y tirando agua clorada en las plazas públicas (cuando no hay nadie), echando sales cuaternarias por fachadas y banquetas, calles y avenidas; clausurando a comerciantes que no son de cadena Coppel o Elektra, echando cimborros de chapopote y topes de concreto aquí y allá cree dar soluciones, o mejor dicho sentir el pulso visceral de que en la política se hace algo. Seguramente ignoran también que la dopamina, la serotonina, endorfina y otras substancias que se liberan con el ejercicio fortalecen el sistema inmunológico y que éste, precisamente, es el único que puede luchar contra el COVID-19; no el cloro ni los cubre bocas (que se convertirán en otro silenciado problema medioambiental) no la cuarentena ni mucho menos la visita de un inflado Gatell o un lejano Xi Jinping.
El sistema inmunológico es el único que puede luchar contra el COVID-19.
Todas las contradicciones pueden ser posibles y creíbles desde que se considera a la minería como sector esencial a la sociedad y se pondera primero el alcohol que la ropa. Terminarán por hacer más deseable el dinero electrónico en sus formas de tarjetas plásticas o bits; harán más deseable un mundo de máquinas, drones y androides que no enfermen ni contagien, que no se cansen ni protesten. Cualquier cosa de la ficción paranoica sustentada en fake news antes que una verdadera respuesta humana que sea capaz de negar el absurdo político y económico en el que estamos realmente anegados.
Tenemos que entender que estamos sobreviviendo en un marco de guerra donde ya no hay flecha ni arco, pólvora, balas, misiles y bombas. Donde ahora los químicos, las bacterias, las finanzas (una variante de petroguerra), la “súper” información, son los métodos de dominación. Sin excluir aquellos por supuesto. Las fronteras ya no eran las mismas que las de Napoleón o Hitler, ya no eran las mismas que las de la Guerra Fría. Si alguien lo dudaba ahí está Italia, Francia y España que mostraron su condición de neocolonia del dinero como la prueba más descarnada e irrefutable de hoy; triste para unos, trágica para otros, pero verdadera para todos.
No falta quien ya por fe, ya por desesperación pide a dios como primer y último recurso. Pero este personaje bajo los seudónimos de ídolos como el dinero o apellidos de fetiche, ha arrojado ya sus dados cargados sobre la tragedia humana. No sería la primera vez que se quedara expectante ante la masacre, ya por isotopos ya por cepas sueltas. Ni un rezo, ni una oración, ni una intención elevada a los cielos o una manda prometida al Tepeyac de ida y de vuelta: descalzos, sangrantes y lisiados, vale lo de una vacuna a fuerzas. Aquí es donde se ve la inutilidad, la banalidad de quienes se arrebañan a cualquier báculo de religión. Aquí es donde se ve la manera en la que la idea teista subsiste; vírgenes y santos se retacan a sus cuevas a vivir con ratas y vampiros que son de la misma estirpe. Sus cuarentenas las toman en sarcófagos, como el conde Drácula, dispuestos a seguir chupando la sangre cuando esto termine y vuelva a caer la noche de la nueva normalidad. Ni un ministro, de ninguna religión en ninguna parte del mundo ha acertado una declaración siquiera sensata… hablan en términos de pasado o de futuro, pero no en un aquí ni en un ahora.
Dos botones para muestra:
- Reunidos, los más altos iluminados maestros budistas ven al virus y su impacto en la humanidad como necesario.
- El mayor jerarca de la iglesia católica, el señor Bergoglio, declara el 28 de marzo en la misa matutina celebrada en la capilla de santa Marta, apropósito de la cuarentena rebasada, que: “se empieza a ver gente que tiene hambre…” (‘vatican news’ ídem fecha)
¿En qué mundo había vivido que no veía la gente con hambre, para que ahora diga con toda esa solvencia moral, jesuítica, que lo distingue como insigne pensador: se empieza a ver…? El señor ha vivido evidentemente en el mundo de la vista gorda.
No sería la primera vez que dios se quede expectante ante la masacre… Es momento de deshacernos de la nefasta idea teísta.
No falta quien se regodee viendo en esto una especie de Armagedón o fin de los tiempos, convirtiéndose así en cómplice divino o franco fanático hablando de purificación al estilo Malthus. Ahora muchos de ellos serán profetas en su propia tierra, como otros tantos resultan ser epidemiólogos de ocasión o socialdarwinistas de confección. Atribuyendo toda la maldad al ser humano para derivar el “razonamiento” de inferir su aniquilación completa. Que ganas tienen de que se acabe el mundo, cuando lo que se ocupa que se acabe es la forma de la Sociedad Anónima (S.A.) capitalista, que ha generado todo esto.
Como humanidad ya hemos confiado miles de años en los dioses y sus monopolios. Es momento de un voto de confianza en nosotros mismos, en nuestra fuerza y clarividencia, hasta donde llegue, así se mueva menos que un microbio. Es momento de deshacernos de la nefasta idea teista que ha vivido parasitando los mismos miles de años… ¿A qué estar cargando con esas lacras?
Es momento de confiar en la humanidad a pesar de que no tenga los medios. Millones de seres humanos enfrentamos así la vida a diario en todos los continentes y en todo momento histórico. Ahora se hicieron visibles los médicos y las condiciones del precariato en que laboran en todo el mundo; y ya comenzaban a delinearse los campesinos tras de ellos; que siempre han estado ahí en sus formas de salud y alimentación. ¿Por qué no confiar en el sistema inmunológico del enfermo que siempre es una inconmensurable cifra de alarma y no un candidato a recuperación?
El colapso lo había anunciado Schumpeter y otros teóricos y lo reitera el pragmático economista Agustín Carstens cuando declara que “nunca antes la economía mundial había entrado en un coma inducido” (El Universal). También los poetas, muy a su manera como Aime Cesaire: “Una civilización que se muestra incapaz de resolver los problemas que suscita su funcionamiento es una civilización decadente”. Así, sin más, la Sociedad Anónima (S.A.) llegó a su decadencia en sí misma y no hay retorno, nunca lo ha habido.
Saldremos de esto como pueblos, no como una sociedad homogeneizada que retorne a lo mismo.
Discussion about this post