En Ahuacatlán, como en muchos otros sitios, existen diversas fincas que en otrora sirvieron para ocultar tesoros. Y sin duda alguna, según cuenta la gente de mayor edad, el punto que sobresale en ese sentido es la Plaza de Toros “El Recuerdo”, situada por la calle Morelos, en la zona centro.
En Ahuacatlán, como en muchos otros sitios, existen diversas fincas que en otrora sirvieron para ocultar tesoros. Y sin duda alguna, según cuenta la gente de mayor edad, el punto que sobresale en ese sentido es la Plaza de Toros “El Recuerdo”, situada por la calle Morelos, en la zona centro.
La historia empieza con el controvertido Manuel Lozada, conocido como “El Tigre de Álica”, del que se dice sentó un Cuartel o especie de “guarida” en el área donde hoy se encuentra la Plaza de Toros.
El temible guerrillero nayarita -cuenta la gente- solía llegar a éste lugar, en su época de gavillero. Aseguran que a él se debe la afición por los toros, aquí en Ahuacatlán, que constantemente organizaba fiestas y muchas otras cosas más.
Antes de que se construyera la Plaza funcionaba como “Coliseo”; así se le llamaba. Y dicen que al hacer las excavaciones para construir la actual Plaza, los albañiles que participaron en su edificación encontraron grandes cantidades de dinero, del que se supone ocultaba Don Manuel Lozada.
Se habla de que todos los albañiles se hicieron ricos de la noche a la mañana como consecuencia de las “carretadas” de dinero que se hallaron al realizar las excavaciones. Muchos de ellos dejaron ese oficio para convertirse en comerciantes o empresarios.
No lejos de ahí, específicamente en la finca que ocupaba el “Doctor” Pedrito Gutiérrez y su esposa Rosina, también encontraron grandes cajas de dinero. Eso es lo que dice la gente. Y unos cuantos pasos adelante, en dirección al oriente, en la casa que ocupaba Doña Damiana Vázquez, al parecer también descubrieron “un tesoro”, hace ya muchos años, claro.
Doña Damiana, dice la gente, gustaba de la crianza de marranos. Su casa era pobre, como muchas otras; pero en una de esas –cuentan- los mismos cerdos “desenterraron” unas cajas que contenían muchísimas monedas de oro y plata. De esta manera la señora Vázquez construyó la finca que todos conocemos, de dos pisos, lujosa; e incluso le permitió también establecer su negocio de venta de ropa y corsetería.
Y así por el estilo, actualmente existen muchas fincas donde se piensa que hay tesoros ocultos; tal es el caso de un domicilio que se localiza por la calle Morelos casi esquina con Amado Nervo, justamente donde dicen que “asustan”. Lo mismo pasa con varios sitios de la calle Miñón, en el barrio del Chiquilichi y en los cuatro barrios que hay en la ciudad. De estas y otras cosas posiblemente hablaremos en artículos posteriores. Ya verán qué sí.
La historia empieza con el controvertido Manuel Lozada, conocido como “El Tigre de Álica”, del que se dice sentó un Cuartel o especie de “guarida” en el área donde hoy se encuentra la Plaza de Toros.
El temible guerrillero nayarita -cuenta la gente- solía llegar a éste lugar, en su época de gavillero. Aseguran que a él se debe la afición por los toros, aquí en Ahuacatlán, que constantemente organizaba fiestas y muchas otras cosas más.
Antes de que se construyera la Plaza funcionaba como “Coliseo”; así se le llamaba. Y dicen que al hacer las excavaciones para construir la actual Plaza, los albañiles que participaron en su edificación encontraron grandes cantidades de dinero, del que se supone ocultaba Don Manuel Lozada.
Se habla de que todos los albañiles se hicieron ricos de la noche a la mañana como consecuencia de las “carretadas” de dinero que se hallaron al realizar las excavaciones. Muchos de ellos dejaron ese oficio para convertirse en comerciantes o empresarios.
No lejos de ahí, específicamente en la finca que ocupaba el “Doctor” Pedrito Gutiérrez y su esposa Rosina, también encontraron grandes cajas de dinero. Eso es lo que dice la gente. Y unos cuantos pasos adelante, en dirección al oriente, en la casa que ocupaba Doña Damiana Vázquez, al parecer también descubrieron “un tesoro”, hace ya muchos años, claro.
Doña Damiana, dice la gente, gustaba de la crianza de marranos. Su casa era pobre, como muchas otras; pero en una de esas –cuentan- los mismos cerdos “desenterraron” unas cajas que contenían muchísimas monedas de oro y plata. De esta manera la señora Vázquez construyó la finca que todos conocemos, de dos pisos, lujosa; e incluso le permitió también establecer su negocio de venta de ropa y corsetería.
Y así por el estilo, actualmente existen muchas fincas donde se piensa que hay tesoros ocultos; tal es el caso de un domicilio que se localiza por la calle Morelos casi esquina con Amado Nervo, justamente donde dicen que “asustan”. Lo mismo pasa con varios sitios de la calle Miñón, en el barrio del Chiquilichi y en los cuatro barrios que hay en la ciudad. De estas y otras cosas posiblemente hablaremos en artículos posteriores. Ya verán qué sí.
Discussion about this post