
En el pasado jamás oculté mi filiación comunista. En el periódico que dirigía don Edgar Arellano Ontiveros publiqué muchas veces artículos valiéndome del materialismo dialéctico e histórico para manifestar las injusticias de este sistema.
Era partidario de Fidel, a quien le sigo profesando una gran admiración. Asimismo me propuse conocer la biografía y el pensamiento de los grandes pensadores del comunismo; desde Marx, Engels, Lenin, Trosky, Rosa Luxemburgo, Gramsci, hasta otros más recientes como Adolfo Sánchez Vázquez y Karel Kosík.
En consecuencia con aquellos principios jamás milité en los partidos neoliberales como el PAN y el PRI; y aunque formé parte del PRD en el tiempo en que tenía una plataforma de cambio más radical, siempre mantuve una mejor relación con mis camaradas del Partido de los Comunistas; y en Nayarit, con Alejandro Gascón Mercado y José Luís Sánchez González.
Todo lo anterior no quiere decir que jamás exploré otras alternativas, como la filosofía política del anarquismo. Además, no pasaba por alto el análisis de las modalidades con que se reviste el capitalismo, como la economía mixta o la economía social de mercado.
Al tiempo que vivía y estudiaba más sobre aquellos principios, veía más lejos aquel paraíso que el comunismo plantea como posibilidad, pero no como realidad bajo las condiciones actuales. El paraíso se hizo utopía en mi mente, y por un buen de tiempo puse la mirada al existencialismo, sin abandonar lo primero.
Quedando huérfano y con el desamparo del que habla Sartré, perdí la brújula. Como agnóstico lo último que quería era desengañarme sobre la existencia de Dios. Y me desengañé. Dios no existe, Dios es… Es un espíritu, y tiene nombre (YHWH).
Siguiendo con la lectura de la Biblia, me percaté que no hay contradicciones entre ésta y la ciencia, ni entre la Palabra misma. Observé principios llenos de sabiduría como el que me permite ahora decir que no hay gobierno humano que pueda darnos el paraíso que habrá de hacerse aquí en la Tierra. Un gobierno incorruptible que estará en manos de una persona a la que el poder jamás lo tentó (Lucas 4:5-8).
De ahí entonces que jamás me atrevería a meter la manos por ningún hombre que gobierne en el sistema actual de cosas (1 Timoteo 5:22). Soy abstencionista y me da igual quien gane. En serio, no voto, ni tengo partido ni candidato.
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