AHUACATLÁN. – Visiblemente inclinadas hacia la avenida, con enjarres que se desprenden con demasiada facilidad e incluso hasta con el viento o con las vibraciones de los carros, adobes reblandecidos. Así es como se encuentran actualmente las bardas que circundan al panteón municipal, sobre su parte más antigua recargada hacia el sur de ese espacio.
Se trata de una barda muy antigua construida hace muchos pero muchos años, con un espesor de casi un metro de ancho por tres y medio de altura y se ha ido cayendo en pedazos. El paso del tiempo la mantiene en ese estado, bastante deteriorada.
Los pilastrones también están ya muy débiles, bofos. Las bardas dan la impresión que se pueden venir abajo en cualquier momento y esto obviamente representa un riesgo, más para los peatones que para las tumbas.
El cementerio municipal, según lo asienta el historiador Rubén Arroyo, tiene una antigüedad de poco más de 150 años, – aunque un ejemplar de El Eco del Nayarit, de 1894, establece que fue en ese año cuando se construyó –, y las tumbas más viejas son precisamente las que se sitúan sobre esa parte, es decir, en el sector sur del inmueble.
Las bardas han sido reconstruidas en partes, pero hay zonas donde aún se alzan los muros originales, incluyendo el pilar de fusilamiento, situado en el exterior del panteón, casi al pie del tanque y de los antiguos lavaderos.
Basta colocarse en el árbol que se encuentra casi a la entrada de la puerta más antigua o en la parte opuesta, divisar en línea recta a la barda para darse cuenta de su notoria inclinación, ¡a punto de derrumbarse!
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