Prefiere hablar de los temas que conciernen a su actividad legislativa. Pero es inevitable. Su esposo y ella son figuras públicas. Además su vientre cada vez llama más la atención.
Con blusas corte filipina, le hace espacio al hijo que esperan; además el calor no está para los sacos y las formalidades, como acostumbra.
La Cigüeña no tardó mucho en llegar tras aquella boda de lujo que se celebró en diciembre en la Hacienda Ruiseñor; cuando ambos se desposaron como lo hacía la clase noble a principios del siglo pasado; paseándose en un carruaje y congregando a las personalidades más reputadas de la sociedad.
Sobre el alargado escritorio diviso a lo lejos un “pico de gallo” – una ensalada de frutas con picante –. Me entrometo:
- ¿Es un antojo de esos que dan durante el embarazo?
- “Fíjate que sí. Últimamente me ha dado por comer cosas saladas”.
- ¿Y a él?, dicen que también los hombres experimentan ese tipo de sensación.
- “Pues a él le da por comer más cosas dulces”.
En su pecho luce una doble medallita. Dice que son dos angelitos que le regalaron; uno tiene forma de niña, el otro de niño. Ya no quise husmear más. Me queda claro que les da igual si es varón o mujer. “Con que resuellen”, dicen ahora quienes van a ser padres.
Lo que sí es de interés común es saber si la diputada querrá combinar su maternidad con la función pública; pues desde hace tiempo se ha perfilado como una notoria aspirante a la presidencia de Ixtlán, su tierra.
¿Podría una mujer recién convertida en madre gobernar un municipio como Ixtlán del Río? Dice que sí.
Por el momento no puedo preguntarle a la contraparte. Ya vendrá el tiempo de los sondeos.
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